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lunes, 21 de febrero de 2022

Mi camisa

 Cuando alquilé la casa en la isla, tuve una vida en la isla.

Por algún motivo, usé siempre una misma camisa.

Una camisa ni linda ni fea: mía, porque a fuerza de usarla tanto, terminó teniendo mi cara.

Se destruyó, claro, pero me compré otras iguales.

Pero entonces perdí la isla.

En estos tiempos en que todo lo que me pongo me hace horrible, mi cariño por la ropa está refugiado en esa camisa, que me dice quién soy.




martes, 15 de febrero de 2022

Casi genético

Tengo 60 años. Viví mucho. Vi muchas cosas.

Vi personas que han querido a un amigo, un par, alguien con quien han vivido algo intenso que los hermanó.

Vi esta escena: alguien quiere a un amigo en un momento. Un amor repentino, no procurado, totalmente desinteresado, no en la situación correcta.

Alguien siente un amor salido de la nada, un rapto de amor intempestivo, ante el cual no puede refrenarse. Los ojos se le llenan de lágrimas, no puede parar el abrazo inexplicable, fuerte, de cuerpo entero entregado.

El otro se sorprende al principio, por supuesto, pero luego se deja abrazar mansamente y abraza también, porque conoce el sentimiento. A él también le pasó alguna vez.

Por viejo he visto esto.

Y también he comprobado que ese “te quiero” sin ton ni son no se da en todos los sectores sociales.

Nunca he visto que le ocurriera a personas que hacen lo que les viene bien y entonces se cagan en los demás, ni en personas hipócritas, ni en personas que se derriten por los poderosos, ni en personas que aman pertenecer a clubes exclusivos y desprecian a los que se quedan afuera, ni en personas que se dicen “apolíticos”.

Es casi algo genético.




sábado, 12 de febrero de 2022

Un poco de amor vegano

 




Me da vergüenza mi ignorancia.

¿Quiénes son estos jóvenes hermosos?

Sólo conozco a DiCaprio. Sin embargo, puedo ver que son famosos y presumo que deben ser exitosos y tener mucho dinero y una vida excitante.

Una mente mal intencionada agregaría que también son blancos de países centrales de Occidente.

 

Por otra parte, un amargo semiólogo diría de este cartel que promociona un producto (el veganismo) por identificación, o sea, induciendo este pensamiento: “si me hago vegano, seré joven, hermoso, famoso, exitoso, tendré mucho dinero y una vida excitante”.

 

Es un procedimiento usual en la publicidad.

Bill Murray sale en un corto tomando el whisky Suntory para que el consumidor sienta: “si yo tomo el whisky Suntory seré como Bill Murray”.

 

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A veces me da la impresión de que promoviéndose el veganismo. se vende el odio.

Odio a los carnívoros, claro.

 

Podría decirse que el tema no es el odio, sino los carnívoros, pero entonces, ¿por qué promueve el odio a los chinos?

Si los famosos objeto de identificación de los afiches son blancos europeos y norteamericanos, entonces no resulta raro el odio a los diferentes de ese modelo, como son los chinos.

 

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Muchos proselitistas del veganismo son ecologistas.

Y también son feministas.

 

Como digo, llama la atención el odio.

 

No es que no se entienda que causa odio el asesinato de animales, la ruina del ambiente y la violencia patriarcal contra las mujeres.

Pero usar el odio como sistema me parece que es abrirle la ventana a lo que se sacó por la puerta: la intolerancia, el juicio sumario, la segregación, un sistema de relaciones humanas basado en una jerarquización de las personas: superiores que tienen la razón y son impunes e inferiores que pueden ser aborrecidos.

 

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Nos hace mejores personas amar a los animales.

También nos hace mejores personas amar a los chinos y amar a los demás, no sólo a los jóvenes hermosos y famosos de Europa y Estados Unidos.