Eran tan pocas mujeres las que estaban para el concierto… sentí la tentación de pedirle disculpas a los músicos, Tomate y Gabriel. Sin embargo, ellos estaban exultantes. No les importaba en absoluto que su público fuera escaso, ni que, además, fuera casi impasible. Los músicos comprendían cabalmente que allí no estaban para recibir la masa encendida de un público fanático, sino para dar, fuera como fuera; fuera recibido o no. Y entonces una de las alojadas me llamó y me dijo al oído: “esto hace bien al corazón”. Le sonreí concesivo por la sencillez de la frase hecha, pero al instante algo me dijo que me estaba equivocando. La mujer no estaba repitiendo un cliché sino que había mencionado el corazón en un sentido físico, como si hubiera dicho “el té de hierbas hace bien a la digestión” o “hay que darle leche a los chicos, que le hace bien a los huesos”. Así entendí que me decía “esta música me hace bien al corazón”; la miré y vi que tenía los ojos cargados de lágrimas. Más tarde me señaló a otra señora: “está contenta. Tiene ganas de bailar, con esta música, pobre. Se olvidaría del agujero que tiene en su piecito”.
Gabriel en teclados y Tomate en guitarra, tocaron canciones y algo de rock. Gabriel rebalsó virtuosismo. Abrió con Himno de mi corazón. No le pregunté si lo había elegido a propósito, pero aquello era todo, sólo, corazón, de un lado y de otro: un himno del corazón. Tomate también hizo una elección que en algún nivel tampoco puede haber sido casual. Desde el fondo de sí cantó What a wonderful world. El público, hecho de mujeres a las que el lado oscuro de Dios arrojó a lugares horribles de este mundo, conocía la canción Volver a empezar y la pidió. Yo hubiera preferido que los músicos dejaran ese tema tan bien intencionado para otra oportunidad, pero lo tocaron. Y lo volvieron a tocar. Cada vez que se lo pidieron. Una y otra vez. Intenté ser delicado, más tarde, al preguntarle a Tomate por qué esa canción había tenido un lugar de privilegio en el recital y me contestó: “desde donde vos estabas no podías ver a la morocha. Esa se ve que tuvo una caída importante, ¿no?” (efectivamente, pasó por un infierno). ”Vos no sabés la fuerza con que cantaba. Cuando vi su expresión, que se hacía… extrema cada vez que cantaba la frase ‘volver a empezar’, se me anudaba todo por dentro, y el nudo se soltaba con la música”.