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miércoles, 12 de enero de 2011

Señora Babor, señora Estribor


Escuché que quienes padecen un tipo de error en la estructura de sus mentes quedan atrapados en el ejercicio de contar. Contar cualquier cosa: la cantidad de naranjas que se ven en un cajón de la verdulería, los pasos desde la esquina hasta la puerta de casa, la cantidad de escalones de la escalera de la boca noroeste de tal estación de subte. No siento en mí malformación mental alguna, pero la descripción del síntoma me acierta. Esta mañana, sin ir más lejos, conté 17 filas de asientos en el vagón del tren, desde el comienzo hasta donde estaban sentadas 2 mujeres, 1 en el asiento de la ventanilla del lado izquierdo mirando hacia delante, lo que en náutica se llamaría a babor, y la otra del lado derecho, a estribor. La sola simetría del cuadro ameritaba que cualquier persona necesitara contar las 17 filas de asientes, pero como si ello no bastara, otra referencia potenciaba el mandato hasta hacerlo imperioso: cada 1 de las señoras llevaba en brazos 1 crío.
Bien. No debía trastornar el esquema lógico que la, llamémosle Sra. Babor, llevara 1 crío humano y la Sra. Estribor, 1 crío de perro. O bueno… sí… no era lo mismo. Era un error, quizás disimulable, pero un error abominable, insoportable, imperdonable. Era horroroso. Un último detalle que arruinaba 1 esquema de bellísima armonía. Uno se hubiese quedado tranquilo, sin asuntos pendientes, con la mente en paz, si aquel detalle no hubiese existido. Y no tenía ninguna razón para existir.
Pero eso no era todo. Para colmar la consternación, los pasajeros que estaban cerca de la fila 17 aumentaban las diferencias entre cada lado, tratando de modo muy diferente a cada cría. Quizás si les hubiesen prestado la misma atención, o la misma indiferencia… Pero no, 3 de cada 5 pasajeros miraban a la cría de perro y le sonreían, mientras que 0 de cada 5 pasajeros hacían lo mismo con la cría humana —mejor dicho, no lo hacían, ya que su número era 0. Incluso alguna personas entablaban un diálogo con la señora Estribor sobre cuántos meses tenía la cría de perro, se quedaban charlando y más aún, llegaron a acariciarle la cabeza, todo ello mientras el crío humano era ignorado.
Los hombres tienen una desastrosa falta de sentido del balance de las estructuras. Ciertamente, no se puede esperar mucho de ellos.



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