TEATRO Luis Brandoni: "Illia fue un grande de verdad" Entrevista. Un actor nacional Dice que le gustaría esa definición para sí mismo. Desde 1971 eligió dramaturgos locales: de 27 obras realizadas, solamente cuatro fueron de autores extranjeros. Desde la semana pasada, con libro de Eduardo Rovner y dirección de Héctor Giovine, protagoniza “Don Arturo Illia”, una pieza reivindicativa del ex presidente. · 28.03.2011 | Por Gustavo Ng Especial Para Clarín
Luis Brandoni da la entrevista una hora antes del último ensayo deDon Arturo Illia previo a su estreno. El resto del elenco, numeroso, anda alrededor. Brandoni mira la puerta de la sala del Teatro de la Comedia. Mira y recuerda a las monjas “que se la bancaron” cuando el teatro fue atacado en los años de la dictadura militar. Allá dentro, en la sala a oscuras, desde el fondo del escenario domina el espacio un escudo de la República Argentina, imponente, monocromático, sobrio y teatral. El actor habla francamente. Es práctico, directo, y a la vez actúa lo que está diciendo, con ademanes que producen cierta sugestión, unas veces bajando la voz, otras haciéndola sonora, mirando fijamente a los ojos cuando ha hecho una pausa. De repente su actuación lo toma por sorpresa; se indigna y dice algo que no puede ser publicado, o una congoja le llena los ojos de lágrimas. Sin embargo, siempre recupera la línea y vuelve a presentarse frente al entrevistado adusto. Maneja, en fin, la charla de un modo fascinante. Se asombra aún de que el actor tiene nada más que su cuerpo como herramienta. Brandoni actúa con su cuerpo, pero también con su poder de observación, con su experiencia como ciudadano, como hijo, como padre, con lo que ha cosechado como famoso (se dice, en el ambiente, la gente va a ver a Brandoni ). Todo lo que tiene lo pone en la obra en la que trabaja. En Don Arturo Illiaaporta toda su experiencia como político. Está metido de pies a cabeza en la vida del médico que fue presidente de los argentinos entre 1963 y 1966. “Me invitaron a que hiciera esta obra en el 2009. Decliné la invitación porque en mi profesión yo siempre tuve la premisa de no contrabandear política”, dice. - ¿Qué te hizo cambiar de idea?
- Fui pensando que Illia está más allá, es un personaje histórico. Illia fue un grande de verdad. Por eso la obra no hace proselitismo. Mirá, el 28 de junio de 1966, pocos días, horas, después de que derrocaran a Illia, apareció Mafalda con una frase maravillosa: Al único presidente capaz de demostrarnos que todo eso que nos enseñan en la escuela puede ser verdad . Mirá la lucidez de Quino: la lucidez y la rapidez y el coraje. Esa es la dimensión de Illia en la historia argentina. - ¿Cómo presenta la obra a Illia? - Cuenta su vida, como en fotografías. Cuando, de joven, estuvo con Hipólito Irigoyen, su vida como médico, como político. La historia trasciende al partido político en el que militó Illia. La obra servirá para que lo conozcan quienes no lo conocieron y para que lo revaloricen quienes sí lo conocieron. Es una obra estimulante, que no se queda en el chiquitaje sino que plantea algo grande, la concepción de un país.- ¿Conociste a Illia personalmente?
- Sí, yo ya tenía 26 años cuando lo derrocaron. Esa noche salimos del teatro, con mi compañera de entonces, y nos fuimos a la Casa Rosada, recuerdo que en una camioneta … Ya lo había conocido como presidente. En el ‘64 entré en la Comedia Nacional Argentina, que dirigía Luisa Vehil, y queríamos ir al Festival de las Naciones, en París. Pero no conseguíamos la manera, lo intentábamos y no lo conseguíamos. Un día, de repente, nos llevan a la Casa de Gobierno, a agradecerle al presidente: Illia había dispuesto el viaje. Fue una de las únicas dos oportunidades en que tocó los Fondos Reservados. Sólo dos veces. Ya mucho después, en los ‘80, lo invitamos a una cena en la Casa de la Asociación de Actores en Villa Giardino. Fue formidable estar con él allí. Era una persona extraordinaria. Yo vi cómo a Illia, por la calle, lo agarraban de la mano, le decían “gracias”. Como el cariño que había en el velorio de Alfonsín... Es la cercanía, ¿sabés? Era gente cercana.
Pisa los 71, pero es tan juvenil que no puede decírsele “veterano”. Illia tenía 66 cuando lo derrocaron. Se para y va a pedirle a un chica un folleto de la obra, en el que aparece la viñeta de Mafalda que citó.
A casi nadie le cabe mejor que a Brandoni el título “actor de raza”. Pero su metejón no es con la actuación, porque él es la actuación, y no necesita amarla. Su berretín es la Argentina. En la película Made in Argentina , el incurable amor que su personaje Osvaldo le tiene a la Argentina aparece en una calle cualquiera de Estados Unidos cuando dice “dentro de pocas horas voy a volver a mi país” , y más tarde, ya en Lanús, en la forma en que escucha a su concuñada la Yoli, decir “cuando digo acá … digo mi país” . Es su país lo que moviliza a Brandoni hasta poner en juego la moral. Muchos de los personajes que se han hecho carne de la cultura argentina giran en torno a su comportamiento ético. De un lado está el Carlos Ventura de Darse cuenta , el médico que en un hospital estatal intenta salvar, casi heroicamente, al joven accidentado. Su reverso es Antonio Musicardi, el estafador y corrupto hermano rico, que sermonea “Díos mío, qué poco se puede hacer por la gente. Lo único que se puede hacer es no pensar”. “Yo, en mi tarjeta, debajo de mi nombre, me pondría Actor Nacional . En 1971, yo elegí hacer teatro argentino. De 27 obras que hice, cuatro fueron de autores extranjeros.
- ¿Por qué tomaste, y sostuviste, esa decisión?
- Es lo que yo tenía para entregar. En las obras argentinas el público sabe de qué estás hablando, hay cosas que son difíciles, imposibles, de traducir. Eso es lo mío. - Te han criticado por eso. Mucho, me han dicho que no hago obras “importantes”, pero yo pregunto, ¿de qué hacía Marlon Brando? ¿De qué hacía Marcello Mastroianni? ¿A ver si les decían que no podían hacer de norteamericano y de italiano? - Tu profundidad la alcanzaste con personajes argentinos.
- Fue fuertísimo para mí hacer Made in Lanús , que además fue el único caso de convivencia entre la obra de teatro y la película. Fue una obra que causó impacto no sólo acá, donde se seguía reponiendo en el teatro una vez que la película había salido de cartel, sino en Nueva York y en México, donde fuimos a hacerla. Captó un momento de transición muy complejo, con cuatro personajes que tenían cuatro maneras diferentes de ver el país, y tocando con profundidad y mucha franqueza un tema universal como es el desarraigo. La autora, Nelly Fernández Tiscornia, demostró un talento tremendo, como más tarde, cuando tuvo que hacer en cada semana un capítulo de Situación Límite . Con Made in Lanús llegamos a hacer doce funciones por semana en Mar del Plata. Yo quedé, después de todo eso, emocionalmente agotado.
Brandoni se nos ha metido en la vida con el buscavidas, el cuñado, el chanta, el honesto. ¿Quién no reconoce esos personajes entre sus conocidos, e incluso en sí mismo? Supo pescar los personajes argentinos y mostrarlos de una manera que se hicieron irresistibles. Sabíamos que existían desde antes de verlo actuar a Brandoni, pero una vez que él los hizo, se nos quedaron grabados. Se transformaron en personajes de la comedia o la tragedia que es la Argentina, y así Brandoni nos enseñó a ser argentinos. La chica que le había dado el folleto de Don Arturo Illia se acerca a la mesa y, con respeto, le dice a Brandoni que en unos minutos va a empezar el ensayo. Él le dice “gracias” con un dominio muy sobrio en la pronunciación.
- ¿Te sigue poniendo nervioso el estreno?
- ¡Cada vez más! Con el oficio lo sobrellevás, pero igual.. A mí me da por soñar. Sueño que me olvido la ropa, o que me olvido la letra de una película que ya hice, que no encuentro la puerta de la sala. Esas cosas. Claro que en el teatro tenés, felizmente, la oportunidad de repararlo todo. Es muy linda la relación que se arma con el público. Te cuento una historia. Una noche, en medio de la función, se cayó la mitad de una bambalina. Yo caminé por el escenario hasta donde estaba la bambalina, y empecé a tirar de la mitad que había quedado enganchada. Todo mientras actuaba, ¿no? Tiro y tiro, y no puedo. Entonces miro al público y le digo: “Esta tela: no está, ¿de acuerdo?”, y la función siguió perfectamente.
Los diversos caminos de un actor argentino · 28.03.2011 En el tenso drama de la película Tute cabrero ( 1968) Brandoni fue Sergio Bruni, el joven sometido a jugarse el destino contra Juan Carlos Gené y Pepe Soriano. En La Patagonia Rebelde (1974) fue el íntegro Antonio Soto, anarquista español al frente de la Sociedad Obrera de Río Gallegos. En La tregua (1974) fue Esteban, el hijo intransigente que censura a su padre por recomponer su vida, dejando atrás el recuerdo de su madre. En Juan que reía (1976) fue Juan Libonatti, cuya vida se derrumba por problemas económicos. Terminada la dictadura militar, volvió al cine con el doctor Carlos Ventura de Darse cuenta (1984) e inmediatamente, a la televisión con el Camilo de Buscavidas (1984-88). Fue Julio, el periodista que en Hay unos tipos abajo (1985) sufre la inseguridad aterradora de la dictadura, e inmediatamente apareció como Antonio Musicardi, en Esperando la carroza (1985). Poco después encarnó al Osvaldo de Made in Argentina (87), exiliado con su familia en los Estados Unidos. Después fue Roberto Cantalapiedra, el viudo a quien un segundo matrimonio le trajo de regalo a un Ricardo Darín que lo victimizaría infatigablemente ( Mi Cuñado , 1992-96). En las próximas semanas comenzará a grabar El hombre de tu vida , una comedia que dirigirá Juan José Campanella y en la que volverá a hacer dupla con Guillermo Francella. También en el 2011, Brandoni formará parte de la película La suerte en tus manos , de Daniel Burman.
Luis Brandoni: "Illia fue un grande de verdad"
- Fui pensando que Illia está más allá, es un personaje histórico. Illia fue un grande de verdad. Por eso la obra no hace proselitismo. Mirá, el 28 de junio de 1966, pocos días, horas, después de que derrocaran a Illia, apareció Mafalda con una frase maravillosa: Al único presidente capaz de demostrarnos que todo eso que nos enseñan en la escuela puede ser verdad . Mirá la lucidez de Quino: la lucidez y la rapidez y el coraje. Esa es la dimensión de Illia en la historia argentina.
- ¿Cómo presenta la obra a Illia?
- Cuenta su vida, como en fotografías. Cuando, de joven, estuvo con Hipólito Irigoyen, su vida como médico, como político. La historia trasciende al partido político en el que militó Illia. La obra servirá para que lo conozcan quienes no lo conocieron y para que lo revaloricen quienes sí lo conocieron. Es una obra estimulante, que no se queda en el chiquitaje sino que plantea algo grande, la concepción de un país.
- Sí, yo ya tenía 26 años cuando lo derrocaron. Esa noche salimos del teatro, con mi compañera de entonces, y nos fuimos a la Casa Rosada, recuerdo que en una camioneta … Ya lo había conocido como presidente. En el ‘64 entré en la Comedia Nacional Argentina, que dirigía Luisa Vehil, y queríamos ir al Festival de las Naciones, en París. Pero no conseguíamos la manera, lo intentábamos y no lo conseguíamos. Un día, de repente, nos llevan a la Casa de Gobierno, a agradecerle al presidente: Illia había dispuesto el viaje. Fue una de las únicas dos oportunidades en que tocó los Fondos Reservados. Sólo dos veces. Ya mucho después, en los ‘80, lo invitamos a una cena en la Casa de la Asociación de Actores en Villa Giardino. Fue formidable estar con él allí. Era una persona extraordinaria. Yo vi cómo a Illia, por la calle, lo agarraban de la mano, le decían “gracias”. Como el cariño que había en el velorio de Alfonsín... Es la cercanía, ¿sabés? Era gente cercana.
Pisa los 71, pero es tan juvenil que no puede decírsele “veterano”. Illia tenía 66 cuando lo derrocaron. Se para y va a pedirle a un chica un folleto de la obra, en el que aparece la viñeta de Mafalda que citó.
A casi nadie le cabe mejor que a Brandoni el título “actor de raza”. Pero su metejón no es con la actuación, porque él es la actuación, y no necesita amarla. Su berretín es la Argentina. En la película Made in Argentina , el incurable amor que su personaje Osvaldo le tiene a la Argentina aparece en una calle cualquiera de Estados Unidos cuando dice “dentro de pocas horas voy a volver a mi país” , y más tarde, ya en Lanús, en la forma en que escucha a su concuñada la Yoli, decir “cuando digo acá … digo mi país” .
- ¿Por qué tomaste, y sostuviste, esa decisión?
- Es lo que yo tenía para entregar. En las obras argentinas el público sabe de qué estás hablando, hay cosas que son difíciles, imposibles, de traducir. Eso es lo mío.
Mucho, me han dicho que no hago obras “importantes”, pero yo pregunto, ¿de qué hacía Marlon Brando? ¿De qué hacía Marcello Mastroianni? ¿A ver si les decían que no podían hacer de norteamericano y de italiano?
- Tu profundidad la alcanzaste con personajes argentinos. - Fue fuertísimo para mí hacer Made in Lanús , que además fue el único caso de convivencia entre la obra de teatro y la película. Fue una obra que causó impacto no sólo acá, donde se seguía reponiendo en el teatro una vez que la película había salido de cartel, sino en Nueva York y en México, donde fuimos a hacerla. Captó un momento de transición muy complejo, con cuatro personajes que tenían cuatro maneras diferentes de ver el país, y tocando con profundidad y mucha franqueza un tema universal como es el desarraigo. La autora, Nelly Fernández Tiscornia, demostró un talento tremendo, como más tarde, cuando tuvo que hacer en cada semana un capítulo de Situación Límite . Con Made in Lanús llegamos a hacer doce funciones por semana en Mar del Plata. Yo quedé, después de todo eso, emocionalmente agotado.
Brandoni se nos ha metido en la vida con el buscavidas, el cuñado, el chanta, el honesto. ¿Quién no reconoce esos personajes entre sus conocidos, e incluso en sí mismo? Supo pescar los personajes argentinos y mostrarlos de una manera que se hicieron irresistibles. Sabíamos que existían desde antes de verlo actuar a Brandoni, pero una vez que él los hizo, se nos quedaron grabados. Se transformaron en personajes de la comedia o la tragedia que es la Argentina, y así Brandoni nos enseñó a ser argentinos.
- ¡Cada vez más! Con el oficio lo sobrellevás, pero igual.. A mí me da por soñar. Sueño que me olvido la ropa, o que me olvido la letra de una película que ya hice, que no encuentro la puerta de la sala. Esas cosas. Claro que en el teatro tenés, felizmente, la oportunidad de repararlo todo. Es muy linda la relación que se arma con el público. Te cuento una historia. Una noche, en medio de la función, se cayó la mitad de una bambalina. Yo caminé por el escenario hasta donde estaba la bambalina, y empecé a tirar de la mitad que había quedado enganchada. Todo mientras actuaba, ¿no? Tiro y tiro, y no puedo. Entonces miro al público y le digo: “Esta tela: no está, ¿de acuerdo?”, y la función siguió perfectamente.
Los diversos caminos de un actor argentino
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