El Sr. F. informa que los mapuches hicieron un arreglo con el gobierno provincial de Neuquén en virtud del cual cederían tierras para la creación de un ejido urbano que preveía un porcentaje para emprendimientos turísticos. Sin embargo, a poco andar notaron que en varios de los lotes en que debían construirse hoteles, cabañas y otros albergues, se erigían casas de funcionarios. Los mapuches se quejaron y comenzaron a revisarse las concesiones. El Sr. F. no tiene gran fe en el resultado de la revisión.
En algunas araucarias hay clavadas cruces rojas de las que cuelgan flores. Le llaman “descansos”; son la liturgia sincrética con que los mapuches recuerdan a sus muertos. Antonio nos habrá de referir que “antes los mapuches dejábamos a los muertos junto a una araucaria. Era un árbol sagrado para nosotros; por su gran antigüedad creíamos que guardaba la memoria de todos los tiempos. El alma del muerto pasaba a la araucaria, y así vivían nuestros muertos para siempre”. Antonio nos señalará una loma en que las araucarias parecen reunidas; más atrás comienza una pared de roca gris desnuda que en realidad es un cerro cortado, coronada en lo alto por una fila de araucarias triunfantes. “¿Ven todas esas araucarias? Para los antiguos mapuches, cada una era un pariente muerto. Y así vivían juntos en el mismo territorio, vivos y muertos, humanos y araucarias”.
En algunos lugares del paraje hay una capa de 12 metros de tierra y piedras volcánicas. La dejó una erupción que ocurrió hace 600 años. Las piedras son del tamaño de granos de uva. Les llaman chicharrones, como a los granos de grasa solidificada que se usan para hacer panes.
En un campo hay un círculo de unos 30 metros de diámetro, rodeado por una hendidura como las huellas de un camino. La depresión es causada por los caballos que corren en círculos durante los días que los mapuches celebran el nguillatún, una ceremonia de rogativa que se lleva a cabo en el verano. Dispuestos en arco dentro del círculo se suceden una cantidad de reparos hechos con troncos y ramas, parecidos a caballerizas rústicas. Allí se guarecen las personas que participan del rito. En el medio hay una hilera recta de cuatro ñires, otra de tres araucarias jóvenes y luego otra de siete ñires. El lugar me sugestiona y siento ver en las filas de árboles, filas de hombres.
Moquehue significa lugar de enamoramiento. Pero nos apuntan que también podría significar lugar del espanto. Nos refieren del criminal francés Le Pen, amigo del autoproclamado rey de la Araucania y la Patagonia Orllie Amoine, y concesionario privado del control de la frontera, y nos cuentan de su predilección por asesinar mapuches. En una oportunidad Le Pen encerró a una gran muchedumbre de mapuches junto a un arroyo y los mató. Hoy el arroyo se llama Las Ánimas.
Villa Pehuenia está a 12 kilómetros del límite con Chile, a 130 kilómetros de Temuco y a 320 kilómetros de la ciudad de Neuquén. A 30 kilómetros está en actividad el volcán Llaima. Cuando fue el terremoto en Concepción la tierra de Villa Pehuenia tembló feamente.
Los alojamientos, restaurantes y otros servicios brindados por quienes no son mapuches dependen en gran parte del Parque de Nieve, administrado por mapuches. A su, vez, el Parque de Nieve Batea Mahuida depende de que la gente que va a visitarlo tenga donde alojarse, comer, etc. El acuerdo es forzoso. El Parque de Nieve es el primero concesionado a una comunidad aborigen en Argentina. Los no mapuches se quejan de que es administrado sin ansias de progreso. Los mapuches no contestan; hacen las cosas con sus tiempos y sus razones. Dicen que el líder mapuche que tuvo la iniciativa para abrir la comarca para que llegaran los no mapuches en calidad de turistas y de emprendedores que sacarían partido de los turistas, ese hombre habría dicho que estaba sembrando el futuro de los mapuches, porque de sin otra actividad que criar un puñado de animales se extinguirían.
Desde lejos se observa cómo un viento descomunal arranca la nieve depositada en la cresta del cráter del Batea Mahuida y forma una nube que brilla blanca al sol y se mezcla con el nimbo que pasa por allí.
Desde esa cresta se ve, mirando hacia Chile, una colección de volcanes: Lanín, Villarrica, Callaqui, Llaima, Lonquimay, Sierra Nevada y Copahue. En los días claros se ve el océano Pacífico.
Papá Noel nos lleva al grupo de periodistas en su auto particular a recorrer el circuito de lagunas. Entre otros, los diarios Tiempo Argentino y Clarín van acomodados en el Renault con que Papá Noel anda con su nieto, al que —naturalmente, tratándose de Papá Noel— llena de caramelos, galletitas de chocolate, copos de azúcar y otras delicias que arrancan el escándalo de los padres y hacen felices a nieto y abuelo.
Papá Noel no se hace el simpático. Quiere regalarle a los muchachos y las chicas que han venido de tan lejos el pequeño rincón de la comarca donde está su corazón. En esas lagunitas Papá Noel ha vuelto a encontrar la intimidad de un lugarcito propio en este vasto mundo. No explica mucho, sólo recita los nombres de las lagunas: Laguna Verde, Pichún, Coihuilla, Matethue, La Redonda. Uno de nosotros pide a Papá Noel detenerse para sacar fotos. Apunta la cámara al reflejo sobre la superficie metálica del agua de los árboles verdes, amarillos, naranjas y rojos. Una brisa borronea el reflejo del bosque, pero más abajo, la cima del farallón prehistórico de piedra volcánica que está detrás del bosque se ve más nítido que la realidad, y aparecen delineadas con perfección imposible las araucarias que se recortan contra el cielo.
Papá Noel presentará al final del recorrido a una familia que vive allí, una familia de abuelos, hijos casados, hijas solteras, nietos, parientes que han venido de lejos a pasar unos días. Los chiquitos montan a caballo y los más chiquitos andan colgados de la madre; las mujeres ya están haciendo tortas fritas y cebando mate, los hombres trenzan tientos mientras charlan. Papá Noel retransmite a la abuela lo que le han preguntado los periodistas: qué significan los nombres de las lagunas. Ella dice que Matethue es donde se toma mate, Pichún es el vapor que se levanta del agua a la mañana y Coihuilla son los renacuajos. Su hijo nos puntualiza “en mapuche es lafken: laguna”.
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