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domingo, 26 de junio de 2011

Casa comigo


“Laqué, usté muy alimosa. Casa comigo.”

Así le proponía matrimonio el mozo chino Lo Yuao a mi tía Chela (Raquel). Él tenía 22 años, había llegado un año antes de Hong Kong con un contingente que instaló una fábrica y que había regresado. Quedaron en San Nicolás, que no había conocido antes chinos de verdad, tres muchachitos perdidos. Lo Yuao no tenía adónde volver. Su padre había muerto antes de que él naciera, su mamá (una mamá adolescente) lo dejó al cuidado de su abuela y huyó cuando él nació, la abuela había muerto de hambre durante la invasión japonesa. Y sin embargo, allí estaba Lo Yuao, rebrotando vida en un lugar disparatado del mundo, ofreciéndole su amor a otra adolescente. También aprendería piano, se haría cantor, fotógrafo y al fin pintor.

(Mi tía Chela rehuyó, para terminar casándose con un argentino que incendiaba todo a su paso, hasta que se quemó él mismo y la dejó viuda a los 26 años. En cambio, un compañero de Lo Yuao, otro mocito chino, sí tuvo éxito en su propuesta a una hermana de mi tía Chela, mi madre).

Acaso despechado, Lo Yuao se dio a la vida loca del playboy argentino.



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