— Pá, ¿qué pensás de Sofi?
— Me preguntás para que te diga la verdad, ¿no?
— ¡Uh!...
— Sí, “uh”.
— Entonces mejor no me digás nada.
— Bueno.
— Dale, decime.
— No había una más complicada, ¿no?
— Es tremenda. Pero escuchame, no es la mujer más complicada que conozco.
— ¿No?
— Vos conocés a una peor: mamá. Esa es la mujer más complicada que existe.
— Sí… no… Te equivocás. Mucho, pero mucho más complicada es mi madre.
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