El Paupe Quispe, puesto a profesor de castellano con su único alumno chino era un fenómeno lingüístico. En su ilustración sermoneaba que el español no debía enseñarse desde la rudimentariedad —usaba esa palabra imposible de pronunciar, irrepetible— de lo literal, sino desde lo ancho de toda su riqueza. Le mostraba al chino alumno una foto de un pianista y en lugar de enseñarle “el negro toca el piano” o algo así, le hacía aprender: “un cuerpo de brea inclinado sobre la fuente sonora de su ser para sí”.
No creo que el chino haya adquirido el idioma, pero alguna pregunta le debe haber quedado sobre el alma poeta de los tucumanos.
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