El hombre, elegante y suelto, saludó con un gesto cómplice a las adolescentes y ágilmente se largó por la pista Twist, desde los 3.700 metros del Cerro Tres Puntas. Si fuera una película, el esquiador habría sido James Bond. En el centro de esquí Valle Nevado, en lo alto de la Cordillera de Los Andes, el esquiador era demasiado parecido a Pierce Brosnan. Las chicas quedaron halagadas con su sonrisa, comentaron algo brevemente y encararon la misma pista. La celebridad del actor no las encandiló, ni compitió con la pasión que las había llevado allí: volar con el cuerpo sobre la nieve mágica.
Van a Valle Nevado quienes entienden la felicidad de esquiar. No es un lugar para ir de paseo, ni de shopping, ni para sentirse parte del jet-set, ni para tomar unas merecidas vacaciones. Es para quienes necesitan esquiar para sentir la dicha del frío y el cielo, las montañas, la velocidad y la libertad, y así se encuentran a sí mismos.
A un paso de la capital de Chile, este centro de esquí es un don para los santiaguinos. Pero tampoco es un lugar remoto para los brasileños y menos para los argentinos. Para nuestra visita a Valle Nevado, desayunamos sin apuro un café con leche en Buenos Aires, tomamos el vuelo en el aeroparque Jorge Newbery, en poco más de dos horas estábamos en Santiago, atravesamos la ciudad y por un camino de montaña llegamos al mundo blanco con tiempo para almorzar unas gratísimas pastas con mariscos en el restaurante Don Giovanni. Luego, con ansias de amante, nos calzamos los equipos que unos diestros muchachos nos asignaron para nuestro peso, altura y pericia, y nos fuimos a las telesillas, para disfrutar el alivio de no hacer más que un par de minutos de cola. Arriba, donde se habla cara a cara, sin intermediarios, con los cóndores y con el sol, ya dispuestos a volar, fue que nos encontramos con el hombre de la sonrisa y las adolescentes, quienes estaban cometiendo el pecado de haber faltado al colegio por esquiar (con permiso del padre, aclararon). Habían llegado a la mañana y volverían a Santiago a la noche.
Además de brasileños y argentinos, Valle Nevado es preferido por norteamericanos y europeos. Venir a Los Andes se está transformando en una movida mundial poderosa. Una medida de cuánto los esquiadores se apropian del lugar es la demanda creciente que tiene la práctica del heli-ski. Los helicópteros de Valle Nevado llevan a los más intrépidos a cimas de 4.200 metros , donde encuentran pendientes de hasta 2.000 metros de nieves vírgenes. Asimismo, equipos olímpicos de Japón, Australia, China, Suiza, Alemania y otros países entrenan en Valle Nevado. Se arma al final de la temporada un pequeño campeonato mundial silvestre, descontracturado y feliz.
Junto con los centros invernales de La Parva y El Colorado, Valle Nevado tiene el mayor dominio esquiable de Sudamérica: más de 9.300 hectáreas de dominio esquiable, con 37 kilómetros de pistas (pueden combinarse los pases con los otros dos centros).
Bajo los esquíes se siente una nieve en la que se puede confiar. Es la “polvo seco”, la mejor. Dado que a las alturas de Valle Nevado (entre 3.000 y 3.700 metros ) no llueve y como las pistas no reciben el sol pleno de la tarde, esta nieve se conserva en óptimas condiciones. Esta es una de las características más valoradas de Valle Nevado por los esquiadores expertos. No hay viento y el cielo está tan despejado como una gota de cristal. Durante la temporada el 80% de los días son como este.
La pista Twist por la que se largó el espía más famoso es para expertos. Hay 39 pistas, de las que el 10% es para principiantes, el 36% para nivel intermedio, el 33% para avanzados y el 21% para expertos. Son extensos los sectores fuera de pista, a grandes alturas o entre pistas. Es buena el área de bumps y los que practican snowboard valoran la cantidad de barrancas.
Algunos de nuestro grupo toman clases. El histórico Chino Vázquez los instruye con chistes, paciencia y determinación. Les cuenta que acaba de cruzarse con Natassja Kinski y que la semana pasada estuvo Seal. A una chica le dice que comete el mismo error que cometía Valeria Mazza y a un muchacho lo felicita por concentrarse como se concentraba Keanu Reeves. Hay 90 profesores, certificados por ISIA (International Ski Instructor Association), chilenos, argentinos, europeos, que también instruyen a esquiadores y snowboardistas de freestyle y freeride, entrenan para competencia y dan clases a personas discapacitadas.
Los instructores son eficaces, los equipos de nieve son de buenas marcas y de modelos muy recientes, los medios de elevación son óptimos y la seguridad parece impecable, desde la clínica hasta el estado de las pistas (el pistero es Serge Gilliot, una institución, que hace contratemporada en Francia y aquí está encargado desde 1988).
Nos alojamos en uno de los tres hoteles de Valle Nevado, Puerta del Sol, diseñado para familias, con kids zone, cine, salón de lectura, cyber café y 124 habitaciones. Muy cerca está el Hotel Tres Puntas, preferido por grupos de amigos y equipos de esquiadores profesionales. El Hotel Valle Nevado es más exclusivo, para parejas (con guardería para bebés) y suites reservadas para los huéspedes especiales. En el confort de los hoteles tiene un peso decisivo su funcionalidad para la actividad del esquí. El Puerta del Sol está a 50 metros de las pistas, y como los alojamientos de las mejores villas de ski, tiene ski-in y ski-out.
También pueden alquilarse departamentos para hasta ocho personas, con acceso a servicios de los hoteles.
Por las noches cenamos en el restaurante La Fourchette, donde uno se siente en un palacio de Viena, con una distinción inapelable en medio de un lugar tan majestuoso. Durante el día, cuando nos era imposible abandonar los esquíes, almorzamos en Bajo Zero, el restaurante emplazado en medio de las pistas. Brillando a la luz del sol cercano, en medio de la magnífica blancura de Los Andes, bullen los vivos colores del esquí. Familias, muchachos en grupo, niños, parejas, todos en movimiento, viviendo la fiesta del esquí. Alrededor están los comercios, cerca está el spa, más allá el pub donde a la noche tocarán bandas en vivo. Cada día se almuerza al sol, en este bar ajetreado, y cada día tiene algo nuevo, una carrera entre los huéspedes, bajadas con antorchas, competencias internacionales, exhibiciones. En aquella mesa están las chicas que deberían estar en la escuela, más allá los jubilados franceses, aquel que bromea con la rubia es el Chino Vázquez (seguramente la rubia es una actriz famosa), estos tres muchachos son los brasileños que tomaron la clase con nosotros… En los días en Valle Nevado se genera algo parecido a una comunidad, ciertamente una pertenencia. Uno se va con unas cosquillas adentro que lo harán volver. Y así los esquiadores vuelven, con ese vicio que crea el esquí, y así Valle Nevado se hace un lugar al que vuelven los esquiadores siempre, desde chicos, luego jóvenes, luego en pareja, casados y al fin llevando sus chicos.
Artículo publicado en el suplemento Viajes, diario Clarín, domingo 4 de septiembre de 2011.
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