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jueves, 1 de diciembre de 2011

Fernández, para empezar el último suspiro del año

Sensiblería matutina: está Fernández manguereando la vereda. Es el portero de acá al lado. Hace tres años le encontraron un cáncer macho. Lo abrieron como una lata de sardinas, según me contó su colega Fischer, y casi lo dejan morir porque estaba todo tomado. Sólo por Hipócrates lo dejaron vivo, luego de sacarle 3/4 de cada órgano, más o menos. Está arruinado como un trapo viejo. Yo, que tengo la sutileza de una albóndiga con ajo, siempre me escucho decirle lo mismo, "¿y, Fernández, la peleamos?". Me muero de vergüenza cada vez que me sale esa frase, quizás hija de mi bronca porque tiene cáncer, de mi miedo al cáncer, de mi disgusto por no hablar de lo que grita en silencio ante los ojos, o vaya a saber. Y él, que aún sigue vivo, me responde con el recurrido pensamiento: "mientras la esté peleando, aunque vaya perdiendo por goleada, no me vencieron, che".
Habré de recordar esa trillada frase en boca de Fernández una vez que ya no esté manguereando la vereda.

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