Vi la película sobre cuatro corredores que se preparaban para una maratón cuando cursaba segundo o tercer año del Colegio Industrial ENET Nº1 de San Nicolás, en 1977 ó 1978. La vi en blanco y negro, en el único televisor que había en mi casa. Recuerdo que fue después de la medianoche. Mi madre trabajaba en “cuatro turnos”, lo que significaba que faltaba algunas noches cada mes y mi hermana y yo quedábamos solos. Y claramente me interesaba más la tele que la escuela y las películas que la ingeniería.
La película comenzaba centrándose en el corredor inglés, quien había descubierto su vocación cuando era repartidor de leche. Tenía un preparador que lo tenía zumbando. Esa historia ya alcanzaba; las de los otros tres corredores me resultaron complementarias y casi no las recuerdo —quizás me quedé dormido cuando la película las relató. En todo caso me desperté al final y se me formó una moraleja. Resultó que el inglés competía por ser el mejor, por superarse o por la exigencia de un sistema que obliga despiadadamente a la excelencia. Perdía.
Peor le fue a un corredor norteamericano, que tenía un físico superdotado pero recurría al típico despliegue desopilante que hacen los norteamericanos con tal de ganar. Se tomaba unas pastillas y se moría en la mitad de la carrera.
Mejor que a los dos le fue a un ruso, que corría porque el régimen lo obligaba a brindarse a su patria. Era un “hombre de hierro”, viejo e inquebrantable.
Y el que ganó fue un negro salvaje de África, que en la mitad de la carrera se sacó las zapatillas y las arrojó a un costado del camino. Ese corría por la dicha de correr.
Muchas veces pensé en esa película, que seguramente me quedé viendo para evitar estudiar matemática o física. Y nunca me cerró bien el esquema de las cuatro motivaciones. Era una moraleja que no entendía.
Y aún no me cierra.
De modo que ayer arrojé una botella al mar de facebook con este mensaje: “Estaba aquella película, creo que se llamaba Marathon Man, en la competían un norteamericano, un inglés, un ruso y un africano, el inglés para ser el mejor, el norteamericano para ganar, el africano por el gusto por correr y el ruso no sé. La vi hace 50 años, no recuerdo nada. ¿Alguien recuerda mejor? ¿Por qué corría el ruso?”
Rápidamente me corrigieron que Marathon Man era otra, una chica la recordó y alguien rememoró que “el norteamericano bebía agua hasta que se daba cuenta de que arriba, a unos metros sobre la corriente que descendía, el ruso estaba lavándose los pies”. Eso me motivó a recordar más fuerte. Escribí que “el norteamericano era ese chico rubio bonito, no recuerdo el nombre, que tuvo una hija bonita también. Me sale Peter O'Toole, pero no. Era un O'alguna cosa”, y entonces apareció un gran cybernavegante que aclaró todo: “Ryan O´Neal, padre de Tatum”, y a continuación puso el link a la ficha de la película en el sitio www.imdb.com
La película era The Games y fue dirigida por un inglés Michael Winner (!) en 1970. Voy al sitio y la sinopsis más completa de las tres que presenta es más escueta que mis recuerdos: “The story of four marathon runners and their preparations for the Olympics. One is a British runner with a highly demanding coach. Another is an American who participates even though it might kill him. Another is a Czech who competes for the glory of his country and the final runner is an Aborigionie who competes not only as a way of leaving his meager existence, but as a way of showing the plight of his people.”
Busco más. Nada. Rebusco y rebusco hasta que no aparece más que otra lacónica reseña, que apenas agrega: “Crawford is being driven to the breaking point by trainer Stanley Baker, O'Neal is suffering from a dangerous heart condition, Aznavour is past forty but obliged to compete by his government, and Compton is an Aborigine fighting a lifelong battle against prejudice”.
En fin, que no encuentro en la formidablemente infinita red información que corrija el recuerdo de un chico de 14 ó 15 años.
Una búsqueda profesional quizás me dé acceso a la película o a la novela que le dio origen. Pero me da un poquito de temor. Tantos años de pregunta en mi cabeza han hecho algo más o menos interesante y no me gustaría que la realidad me decepcionara.
Es mejor quedarse con la propia película, y este relato. Un abrazo. Chapa.
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