Buscamos la libertad de género en la opción libre de decidir
si se es hombre o mujer, y en poder casarnos con un hombre o una mujer.
Conseguir estos derechos es ciertamente un avance, pero puede ser engañoso si
no se entiende que la raíz del sojuzgamiento sexista está dada menos por la
definición sexual que por la clasificación en categorías de género, sean dos o
mil. El germen del dominio de un género sobre otro u otros es menos la
definición que lo definitivo. El esquema dominante se banca que una persona
cambie de sexo; en cambio lo destartala el cambio permanentemente de sexo, lo
que equivale a la indefinición.
Y sin embargo, tengo la impresión de que hacia allí caminan
natural e inevitablemente, como cuando se vuelca una balanza, las nuevas
generaciones. Los chicos ya salen con quien les guste, sin fijarse si es
hombre, mujer o lo que sea, y sin importarles que ello los defina a ellos como
hombre, mujer o lo que sea.