En el asiento de mi lado en el subterráneo hay una señora
bastante mayor. Desde hace un rato está sonando su celular, con un llamado
apremiante e insoportablemente obstinado. La señora busca y rebusca en su
pequeña cartera y no lo encuentra. Busca mucho pero con una lentitud exasperante.
Suena el celular con insistencia de gato que no se resigna a morir y el ruido
del tren subterráneo es ensordecedor. Es increíble que no pueda hallarlo en una
carterita tan pequeña, para llevar el atado de cigarrillos y un encendedor. En
su cara no se nota angustia ninguna. Al
fin lo encuentra: es un celular gigante. Ni entiendo cómo cabía allí dentro.
Ligeras anotaciones que hace Gustavo Ng de asuntos que piensa o encuentra escritos en libros mientras va en colectivo y luego comenta con tal o cual persona.
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lunes, 9 de diciembre de 2013
jueves, 5 de diciembre de 2013
Los deseos de los otros
Estoy convenciéndome de que los deseos de las demás personas
influyen muchísimo en la vida de uno. Antes me causaban rechazo quienes decían que
la envidia daña, por supersticiosos, por ignorantes. Ahora me pregunto si no
habría alguna sabiduría en esa sospecha.
Antes me parecía una maldad impotente que alguien le deseara
el mal a otro; ahora si veo que alguien perjudicado por un canalla le desea una
enfermedad horrible, tiendo a creer que el canalla no se la llevará toda de
arriba.
Antes rezar me parecía nada más que un acto de
autosometimiento masoquista y ridículo. Pero desde hace un tiempo me viene el
recuerdo de mi tía Irma gastando un par de horas largas cada noche, en las que
repasaba la vida de sus familiares y algunos amigos, y deseando que cada uno se
encaminara bien, que Dios lo ayudara, le diera fuerza, que fuera inteligente, que tomara decisiones sabias, que tuviera suerte;
recuerdo eso y me parece que no es lo mismo, para alguien que andaba más o
menos, que mi tía rezara por él o que no.
Noción de triunfo
Con lo que recibimos podemos reproducir el mundo, pero sólo con
lo que aprendemos por nosotros mismos podemos crearlo. O sea, triunfar.
domingo, 1 de diciembre de 2013
Los tristes novios
UNO
Con mi sobrina Pauli habíamos visto la Hair de Milos Forman como inspiración para su cumpleaños de 15, que
ella quería de temática hippie. Como es una chica de personalidad arrolladora,
la fiesta fue expansivamente hippie, en la estética, pero también en
conceptual, por lo que rapidísimamente se dejaron atrás las formalidades, el vals, el video de
cuando era "chica" y el programa establecido y todo el inmenso salón
se convirtió en la nube tumultuosa de una compañía de ballet masiva y
desenfrenada. Todos se descalzaron, los varones tiraron los sacos en las
sillas, las chicas abandonaron saquitos y carteras y se abrazaron en una
celebración tribal de una alegría primitiva que era la envidia de todos los
adultos.
Pero no sólo los adultos quedaron fuera de la joda. En las
mesas que quedaron en un sector a oscuras, estaban sentadas de a dos los chicos
que, desgajándose del grupo, se habían puesto de novios. Todos derechitos en
las sillas, uno al lado del otro, uno al lado del otro, en silencio, en la
oscuridad. No iban a bailar con la horda porque desde que se tenían uno al otro
habían perdido la barra. Las parejas son exclusivas. Especialmente la pareja de
estreno. En San Nicolás la primera pareja que uno tiene se parece
obedientemente a la pareja como debe ser, él un caballerito, ella una señorita.
Respetan las normas, son responsables, serios, fielmente parecidos ella a su
mamá, él a su papá.
Y allí estaban, sin mandarse una macana, comportándose,
conservando el saco y la postura. Nada de bailar como monos, ni de sudar como
futbolistas, ni de zamarrearse uno al otro, ni de hacer pogo, ni de dar
alaridos y revolear el cabello. Ninguna locura. Sólo aburrirse. Sometidos hasta
la muerte, aburrirse.
DOS
Soltero, siempre estaba en barra, con amigos para acá y para
allá, en la casa de este o aquella, o con algunos en su casa. Ahora, que al fin
consiguió novia, se lo ve siempre solo.
Malevos
Hay dos tangos, Te
llaman malevo y Malevaje. Las
letras son de dos de los mejores letristas del género; el primero de Homero
Expósito, el segundo de Enrique Santos Discépolo.
Recordemos Te llaman
Malevo:
Nació en un barrio con
malvón y luna
por donde el hambre
suele hacer gambetas
y desde pibe fue
poniendo el hombro
y anchó a trabajo su
sonrisa buena.
La sal del tiempo le
oxidó la cara
cuando una mina lo
dejó en chancleta
y entonces solo, para
siempre solo,
largó el laburo y se
metió en la huella.
Malevo, te olvidaste
en los boliches
los anhelos de tu
vieja.
Malevo, se agrandaron
tus hazañas
con las copas de
ginebra.
Por ella, tan sólo por
ella,
dejaste una huella de
amargo rencor.
Malevo, ¡qué triste!
jugaste y perdiste
tan sólo por ella
que nunca volvió.
Tambor de tacos
redoblando calles
para que se entren las
muchachas buenas
y allí el silencio que
mastica el pucho
dejando siempre la
mirada a cuenta.
Dicen que dicen que
una noche zurda
con el cuchillo
deshojó la espera
y entonces solo, como
flor de orilla,
largó el cansancio y
se mató por ella.
La mina se piantó y el tipo se volvió maula. Es un bastardeo
del mito. El bastardeo consiste en rebajarlo a un término del costumbrismo. Ofrece
sólo el placer de la familiaridad, que da siempre lo mismo.
El mito, en cambio, no da siempre lo mismo, sino que siempre
da más.
Si se quiere un mito que revele cómo una mina transforma a
un guapo, recuérdese Malevaje.
Decí, por Dios, ¿qué
me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?
El malevaje extrañao,
me mira sin
comprender...
Me ve perdiendo el
cartel
de guapo que ayer
brillaba en la
acción...
¿No ves que estoy
embretao,
vencido y maniao
en tu corazón?
Te vi pasar tangueando
altanera
con un compás tan
hondo y sensual
que no fue más que
verte y perder
la fe, el coraje,
el ansia 'e guapear.
No me has dejao ni el
pucho en la oreja
de aquel pasao malevo
y feroz...
¡Ya no me falta pa'
completar
más que ir a misa e
hincarme a rezar!
Ayer, de miedo a
matar,
en vez de pelear
me puse a correr...
Me vi a la sombra o
finao;
pensé en no verte y
temblé...
¡Si yo, -que nunca
aflojé-
de noche angustiao
me encierro a
yorar!...
Decí, por Dios, ¿qué
me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?
Hay que explicar por qué Me
llaman malevo dio lugar a una telenovela y (el Malevo era Rodolfo Bebán), mientras
Malevaje nunca fue recogida por la televisión
ni el cine.
Con admiración, dedico este breve pensamiento a Mariela. Creo que su rescate de Malevaje es meritorio de hacer de ese tango un mito de la altura del de Edipo.