Un monje budista vestido de rojo parece un chico que juega con
la realidad. Va caminando a un ritmo que emula el del crecimiento de las
plantas, con sus manos en mudra.
Juego en serio, atraviesa Marsella, rodeado de los
habitantes de la ciudad, de general indiferencia ante su disparate.
Algunos, sin embargo recibirán la semilla de su mensaje: es
posible salir de la máquina de la infelicidad y hallar la paz interior. Hasta
inspira a un hombre, que decide hacerlo su maestro.
La ciudad, Occidente, el Mundo Moderno adquiere otra forma
vista desde el monje de ritmo vegetal y el planteo le permite al director taiwanés
Tsai Ming-liang imágenes como la del monje pasando junto a un maniquí, la de la
gente sentada a un café que se queda observándolo hasta que se aburre o la de
los turistas que le sacan fotos.
Tsai ya había hecho caminar a su monje en el capítulo
Walking on Water, del film Letters from the South, y en Walker, que formó parte
de Beautiful 2012.
Ha tenido la decisión de detenerse en un personaje que sería
una anécdota fugaz en cualquier película. No se ha escapado de su obsesión, por
el cruce de las realidades extremas, el interior infinito que puede haber en un
humano y por el movimiento —después de todo, es un cineasta. A veces el cine es
para los valientes.
Journey to the West será exhibida en la edición del BAFICI de este año.
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