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miércoles, 5 de marzo de 2014

Sobre El Elegido, de Thomas Mann


En El Elegido Thomas Mann parece inclinarse a la teología que se interesa menos en Dios que en la relación entre Dios y el Hombre.
La historia trama a un rey y una reina que, casi perdidas las esperanzas de concebir, tienen mellizos, varón uno, mujer la otra. La Madre muere en el parto; la noche que muere el Padre, veinte años después, los hermanos se hacen amantes. El nacimiento de un hijo hará naufragar la abominable pareja; el joven padre parte hacia la muerte, el niño es arrojado a las aguas para que Dios disponga, la madre deviene reina casta.
Diecisiete años después el fruto del incesto llega al reino convertido en caballero, salva a la Reina, quien, ignorando el origen del salvador, se casa con él.
La trama del pecado en este embrollo de incestos es una imagen acabada del mundo tal como se lo concebía en el Medioevo: reino de Satanás. Cuando el joven caballero se une en casamiento con su madre, el narrador dice: "¿Por qué no?, pregunto yo desesperado. Él era un hombre y ella una mujer, de modo que podían convertirse en marido y mujer, pues a la naturaleza nada más le importa. (...) Es cosa del diablo, pues su indiferencia no tiene límites."
Lo interesante es que el Dios de Mann en esta novela no brama tempestades de furia ante el pecado, no transforma en piedra, no inunda el mundo de agua, desde que "Dios había hecho de nuestro pecado su pasión. Pecado y cruz eran en Él una sola cosa, y Él es ante todo Dios de los pecadores."
En el final de la historia la madre que se casó con el hijo ya vieja y el hijo convertido en Papa, se reencuentran luego de haber intentado expiar su pecado con años de penitencia. Ella llega hasta él para confesarse y le relata su vida entera. Al principio no parece reconocerlo, pero luego se revela que sí.
" —¿Cómo? —dijo él— ¿Me habéis reconocido bajo la capucha papal, después de tantos años?
" — Santidad, nada más veros siempre os reconozco.
" — ¿Y habéis estado jugando con nos, frívola mujer?
" — Puesto que vos queríais jugar conmigo...
" — Pensábamos ofrecer así a Dios un entretenimiento".
Tenemos a una madre que tuvo un hijo con su hermano, luego se casó con ese hijo, luego se martirizó a una vida de penitencia, lo mismo que él, ahora él es Papa, ella hace un recuento de todo, y lo hace jugando. Y él juega también, y verbaliza que el juego, juego de algún modo macabro, es un entretenimiento que ambos le ofrecen a Dios.
¿Cuál es el juego? ¿No es el juego del Pecado?
A continuación ella le pide a él que deshaga el matrimonio y pregunta "¿qué podemos ser el uno para el otro?", ante lo que él dictamina: "hermano y hermana".
Si proyectamos el juego al pecado, podemos proyectar la relación filial a todos los humanos, con Adán y Eva como los primeros hermanos engendrados por el mismo padre, de modo que todos los humanos seríamos hijos del incesto, como forma rebuscada y abominable del pecado. "Todos somos hijos del pecado" es una frase que sostiene al cristianismo, y en la propuesta de Mann, Dios se entretiene y apasiona al ver a los humanos jugar al pecado.
En cuanto a la licitud de estas proyecciones, la siento habilitada por el desarrollo de la novela, que abunda en pasajes como en el que la Reina del incesto, madre y esposa de su marido, le pide socorro a la Virgen María interpelándola: "tú que eres del Todopoderoso madre y esposa". O en este otro, en que juega con los límites irresistibles: "Bien es verdad que besar un miembro herido, por las heridas de Cristo martirizado, es digno de alabanza, pero es en el discernir si se hace por humildad y amor a la enfermedad o por el placer de besar donde empieza la sensibilidad cristiana".

Y en las aguas de esos límites es donde se juega la historia, concebida por un escritor que trató a Freud. Son los límites entre aguas, del bien y del mal, del amor y el egoísmo. Esto escribe la Reina al hijito que será arrojado a la voluntad de Dios: "(...) no pienses en tus padres (...) con odio y acrimonia. Se amaron hasta el exceso el uno al otro, a sí mismos el uno en el otro, ése fue tu pecado y así te concibieron."




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