Los seres más inteligentes no son los que resuelven el cubo
más rápidamente, ni quienes formulan la teoría más compleja con mayor poder
predictivo sobre el principio del universo, ni los matemáticos ni los
filósofos, sino aquellos que saben ser felices.
Los perros.
A mi perro le basta que le acaricie la cabeza, le dé un
trozo de milanesa que no se puede masticar, me ponga a correr alrededor de él,
le tire un palo para que lo vaya a buscar o nomás le hable, para que sea feliz.
Se podrá decir "qué bobo", pero él es feliz lo
mismo, mucho más que infeliz ofuscado por la dicha del perro.
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