En Occidente la visión pública de las tetas y del culo ha perdido poder de tabú. Esta tendencia nos alinea con lo que ha sucedido en la mayoría
de las sociedades a lo largo de la historia de la humanidad.
En cambio la imagen de la vagina sigue siendo tabú, como lo
prueba la fijación en ella que hace la industria porno.
A lo ancho de las sociedades encontramos partes del cuerpo que
son objeto de tabú. Para los japoneses lo es el vello púbico, para los
musulmanes la cara de las mujeres, etc. El etnógrafo inglés Francis McDonagh
coleccionó estas prohibiciones, entre ellas la de los indios tacunáu del Mato
Groso, para quienes un tabú crítico eran las manos. La desnudez de las manos les
resultaba algo escandaloso. Tocarse las manos era equivalente al contacto entre
genitales en Occidente —y al contrario, el contacto entre genitales y cualquier
parte del cuerpo de otra persona no revestía ninguna impudicia. Así las cosas, estaban
azorados con las monjas misioneras, cubiertas por entero pero con las manos —manos
blancas, tersas, limpias, objeto de todo de fetiche desmedido— desnudas,
tocando a los enfermos, los niños y los ancianos. Imagínese.
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