El folclore argentino es una parva de cantantes que berrean y letristas malos. Cuando aparecen las joyas, brillan hermosamente.
Hoy me han perseguido la Zamba para no morir, de Hamlet Lima Quintana, Noberto Ambros y Alfredo Rosales, y El Cosechero, de Ramón Ayala.
Zamba para no morir
Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer.
Voy quedándome solo al final
muerto de sed, harto de andar
pero sigo creciendo en el sol, vivo.
Era el tiempo viejo la flor,
la madera frutal,
luego el hacha se puso a golpear,
verse caer, sólo rodar
pero el árbol reverdecerá, nuevo.
Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy
con el cuero asombrado me iré
ronco al gritar que volveré
repartido en el aire al gritar, siempre.
Mi razón no pide piedad
se dispone a partir.
No me asusta la muerte ritual
sólo dormir, verme borrar
una historia me recordará, vivo.
Veo el campo, el fruto, la miel
y estas ganas de amar.
No me puede el olvido vencer
hoy como ayer, siempre llegar
en el hijo se puede volver, nuevo.
El cosechero
(Ramón Ayala)
El viejo río que va
Cruzando el amanecer
Como un gran camalotal
Lleva la balsa en su loco vaivén
Rumbo a la cosecha, cosechero yo seré
Y entre copos blancos mi esperanza cantaré
Con manos curtidas dejaré en el algodón
Mi corazón
La tierra del chaco quebrachera y montaraz
Prenderá en mi sangre con un ronco sapucay
Y será en el surco mi sombrero bajo el sol
Faro de luz
Algodón que se va, que se va, que se va
Plata blanda mojada de luna y sudor
Un ranchito borracho de sueños y amor
Quiero yo
De Corrientes vengo yo
Barranquera ya se ve
Y en la costa un acordeón
Gimiendo va su lento chamamé
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