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lunes, 10 de noviembre de 2014

Nuestra música con la señora Arbetman


Una vez vivía al lado de mi departamento la señora Arbetman. Era muy, muy viejecita, estaba encorvada hasta muy bajito, como un signo de interrogación un poco achatado. No tenía muy buena onda, era más bien parca. Nos saludábamos muy escuetamente cuando nos cruzábamos, cada tanto. Yo tengo la costumbre de que si una música me gusta, me entusiasma, siento al fin que vuelo, y la pongo al volumen que esa música y mi sentimiento piden, que en general no es un volumen bajo. A veces algunos vecinos me habían pedido si podía escuchar la música más bajo y yo me sentía culpable, pero cuando aparecía un tema muy bueno no podía reprimirme. Quien más afectada debía estar por mi música debía ser la señora Arbetman, quien sin embargo nunca me dijo nada. Hasta que un día tomamos el ascensor juntos y entonces lo largó.
    A usted le gusta la música, ¿no?
    Sí, alguna música me gusta mucho. Le pido disculpas si la molesto...
     No, no, para nada. Yo disfruto mucho de su música. Me gusta que cante.
Habíamos compartido durante años a Philip Glass, Beatles, Bruce Springsteen, David Byrne, Bowie y Jaime Roos. Con nadie había tenido tanta intimidad.



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