En Esperemos que sea
mujer (Speriamo che sia femmina, Mario Monicelli, 1986), la vida es
sostenida por las mujeres. Los únicos dos hombres de la película son el tío
Gugo, senil, paralítico, arterioesclerótico, odioso, y Leonardo, que es como el
tío un inútil, que jamás ha tomado una responsabilidad, a quien la obligación
de administrar la buena herencia que ha recibido lo ha problematizado y se ha
hecho socialista, y cuando las mujeres le reclaman que haga algún negocio, que
hace falta dinero, él despotrica contra el capitalismo y habla a favor de los
pobres del mundo. “El hombre siempre es un chico”, escribió Bioy Casares. La
película está relatada desde el punto de vista de las mujeres; quizás otra
versión de la historia hubiera mostrado a Leonardo como un pensador importante
del socialismo, un hombre a quien el cotidiano no le importaba, porque lo suyo
—aquello en que florecía y daba frutos, y le apasionaba hacer— era el
socialismo.
En Birdman, el actor Mike
Shiner (Edward Norton) es un alborotador, de talento explosivo, inmoral,
etcétera, pero a la hora de la verdad, en la vida es impotente y cuando la
cámara empieza a rodar es un campeón. En una escena tiene sexo en el escenario
con su mujer (en la obra y en la vida real), y más tarde enuncia el tema: “lo que
pasa es que en el escenario no tengo problemas”.
Asistí a un almuerzo que varios representantes de la
industria cultural, toda gente bien ubicada en la sociedad de Buenos Aires,
compartieron con un grupo de folcloristas santiagueños, hombres que
habían surgido de lugares muy humildes. Los primeros pasaron largos minutos
hablando de sus vidas en relación con el psicoanálisis y de psicoanalistas que
todos conocían. Los folcloristas no decían nada. Con sólida humildad, aceptando
que se hablaba de un tema al que ellos no eran invitados,
sino que más bien tenía el mensaje era “ustedes coman, nosotros vamos a ser
superiores”, comían en silencio, a veces mirándose entre ellos. En un momento la
mujer que había organizado el almuerzo, para interrumpir la incómoda situación le habló al líder de los músicos, un hombre que llevaba una vida desastrosa de alcoholismo,
en conflicto con varias ex esposas, juicios por paternidad, drogadicción,
peleas con otros músicos, enfermedades crónicas que no se trataba.
- Vos, X, ¿qué terapia hacés?
X le contestó con la rapidez de una serpiente:
- Nooo… La única terapia que tengo yo es el escenario.
Todos lo que lo vimos alguna vez convirtiéndose en carne de una epifanía cada vez que sonaba el primer acorde de un recital, entendimos en el instante que había dicho la verdad.
- Vos, X, ¿qué terapia hacés?
X le contestó con la rapidez de una serpiente:
- Nooo… La única terapia que tengo yo es el escenario.
Todos lo que lo vimos alguna vez convirtiéndose en carne de una epifanía cada vez que sonaba el primer acorde de un recital, entendimos en el instante que había dicho la verdad.
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