Lo más cerca que estuvimos en toda nuestra vida fue a 70
centímetros (aunque nuestras zapatillas casi se rozaban), pero nos mirábamos de
una manera y nuestras moléculas vibraban tan fuerte, todas juntas, como si
estuviéramos envueltos en una nube de moléculas enloquecidas unas con otras,
que a esa distancia nuestro encuentro
fue muchísimo más intenso que el que he tenido durante años con personas con
las que nos metimos uno dentro del otro por todos los agujeros.
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