Los días que estuve quebrado, algo inválido, un par de amigos
me deslizaron, con amable, exquisita sutileza, su preocupación por mi soledad.
Me indujeron a que me preguntara qué sería de mí dentro de veinte años, si entonces
tuviera un problema de salud más serio.
Tiempo después apareció un viejo amor. Con intuición
imposible, sin saber que yo me había accidentado, sin que yo le comentara el
tema que me rondaba la cabeza, me dijo “estemos juntos. Todos estos años me
sirvieron para entender que te voy a querer siempre. Te voy a cuidar toda la
vida”.
Te voy a cuidar toda la vida.
En fin que sigo solo.
Miro alrededor, veo a muchos que han tomado recaudos. Una
pareja, una familia que formaron, la familia a la que pertenecen, una pareja
para toda la vida.
Observo el precio que pagan por ese reaseguro.
Siento que si yo tomara recaudos, ya estaría condenado.
Y entonces pienso que de todos modos ya estoy condenado.
Bien, así las cosas, me voy a bailar por los rincones del
hospital como hacía Joe Gideon, en patas, fumando. Quizás encuentre alguien a
quien haga feliz un instante y le deje un buen recuerdo.
Qué más.
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