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jueves, 2 de agosto de 2018

Pocas palabras



El lenguaje crea realidad, antes que expresarla.
Esta es una de esas obviedades que descubrimos una y otra vez, y volvemos a maravillarnos y vuelve a sumergirnos en la comprensión del mundo.
Desde "En el principio fue el Verbo" hasta la explicación de la obra de Borges que hace Piglia, etc.
Larguísimo etcétera. A cada paso encontramos esta clave.
El castellano es una lengua maravillosa, bien usado puede crear realidades en forma potente y hermosa.
Los buenos discursos[1] no son mensajes que da lo mismo decirlos en un idioma que en otro, ni son un contenido con una calidad intrínseca que se mantendrá independientemente de la manera en que se usen las palabras, o sea, se diga como se diga.
Es lo que hicieron algunos oradores de nuestra historia argentina: Alfredo Palacios, Evita, Ricardo Balbín, el Che Guevara, Hebe de Bonafini, Yrigoyen, Perón.
El discurso fue considerado —se estudió, se enseñó, hubo escritores notables que se dedicaron a ello— un género literario.
Los discursos que quedaron en la historia tienen una percepción fina de quienes escuchan, son perfectamente entendidos por todos a la vez que ofrecen guiños, complicidades y mensajes entrelíneas para quienes entienden. Apelan a la vida de cada persona del público y del público como un solo organismo. Tienen estructuras precisas; los mejores, estructuras originales. Esas estructuran llevan al público por un viaje en el que descubre datos, vive diferentes emociones, razona, comprende, utiliza su experiencia. Usa metáforas, alegorías, parábolas, paradojas, hipérboles, repeticiones: todo tipo de figuras retóricas. Cita frases, refranes y anécdotas que el público reconoce y en el momento resultan reveladoras.
Después de Hebe de Bonafini hace un tiempo, no hay nadie que sea capaz de sintetizar la realidad, habilitar en quien escucha su crítica, trazar una nueva realidad, demostrar que su propuesta es buena y encender el entusiasmo y las ganas de hacer.






[1] Me refiero a la vieja acepción, la pieza de oratorio que alguien dirigía a un público, no al discurso tal como se lo concibe ahora, como cualquier enunciado o trama de enunciados, con énfasis en su elaboración, casi sinónimo de relato, para expresar algo, ya sea en forma oral como escrita.

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