Buzzetti está encargado de cierta área de “atención al
público”, siendo “el público” gente muy pobre, que duerme en la calle o en
edificios tomados o villas miseria.
Gente que Buzzetti odia desde lo más profundo de sus
entrañas. Le producen asco y violencia.
Aborrece todo ese conjunto de pobres que identifica como peronistas,
“limítrofes” y zurdos.
No soporta a Cristina Fernández de Kirchner. Desde el primer
momento no soportó a los Kirchner.
“Estos montoneros”, decía con desprecio. A mí, que soy viejo
y sé a qué se refería con “montonero”, me resultaba delirante que usara esa
categoría. Era como si insultara a alguien diciéndole “unitario”,
“posestructuralista” o “aristotélico”. Pero los más jóvenes, y no tanto, sólo
percibían su odio, sin la menor idea de qué significaba aquel mote.
Esto no era obstáculo para que Buzzetti y sus jefes, de un
partido político basado en la indiferencia política, se entendieran.
Los jefes no odiaban a Cristina por montonera, porque no
sabían qué era “montonera”, pero tenían la misma necesidad de suprimirla que
Buzzetti.
Que, por otra parte, era el mismo, muy exactamente el mismo,
sentimiento que tenían los militares que instauraron la Dictadura de 1976.
Entre los objetivos de esa dictadura estaba el exterminio de los montoneros.
Néstor Kirchner y Cristina sobrevivieron a la matanza
diabólica que hicieron los militares, torturando niños y embarazadas,
traficando bebés, arrojando a las personas atadas desde los aviones con los que
debían defender el país.
Buzzetti amaba a esos militares y ahora no podía digerir que
representantes de aquellos que los militares mataron, regresaran y además
ganaran el Gobierno.
Sus jóvenes jefes, así como nunca escucharon la palabra
“montoneros”, no saben que hubo una dictadura militar.
Se ríen de que Buzzetti se quedó en el pasado y bromean con
él diciéndole dinosaurio, pero saben que están del mismo lado. En el Gobierno,
son no sólo la continuación ideológica de la Dictadura y sus herederos en el
poder, sino una fuerte expresión del triunfo de la Dictadura, porque la han
naturalizado hasta no saber que existió.
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