El día que se
votó la ley del aborto caminé entre ustedes, chicas, por avenida Callao.
Ustedes estaban plantadas, tenían la avenida tomada y yo la atravesé a lo largo.
Más tarde me metí
en el sector que apareció por ustedes, los reaccionarios. Los vi gritando “¡vamos
Argentina!”
Mi asombro fue
absoluto. El cuerpo, la percepción, aquello de uno que es más real que el
pensamiento, entiende mucho mejor que la razón.
Sentí el poder
que habían ganado ustedes.
Podían perder la
votación (¿qué se puede esperar de quienes sostienen a la oligarquía en el
poder?), pero habían triunfado.
Habían instalado
un tema de modo irreversible, y con ello estaban trayendo a la consciencia el abuso,
toda injusticia en cualquier sociedad, el autoritarismo.
Fui testigo de un
movimiento vivo, hecho de animales de todos los pelajes, inevitablemente lleno
de contradicciones chispeantes, pero que se dirigía en una dirección.
Me dio muchas
esperanzas, por mi hija, por mis hijos, por mis amigas y amigos, por mí.
Comprendí que
estaba caminando en medio del movimiento social de vanguardia.
En el Occidente de
las distopías, ustedes estaban planteando otra cosa: respeto, amor, alegría,
juventud, vida.
En estas
elecciones presidenciales he extrañado esa vanguardia. Estaba seguro de que
tomarían el liderazgo, porque el próximo Gobierno tendrá mucho poder en el
escenario por la lucha que ustedes iniciaron.
No la considero
una lucha al margen, sino el centro de la lucha por las condiciones de vida de los
argentinos.
Y no la considero
una lucha gremial, tema de mujeres, sino la considero a la vanguardia de una
revolución social.
Ayer me ha dado
mucha alegría el pequeño acto de las Evita. Un acto peronista, fuertemente
marcado por la lucha de género y con penetrante comprensión de la figura de Eva
en la historia de las reivindicaciones de las mujeres argentinas.
¿Pretendo que el impulso
que sentí aquel día en avenida Callao se encolumne detrás del peronismo?
No, me estaría
contradiciendo torpemente.
Extraño que se
pongan adelante, de Fernández, de Macri, y les marquen la cancha, y nos ofrezcan
ideas y sentimientos que nos ayuden no sólo a votar, sino que guíen las acciones
que vamos a tomar en un nuevo gobierno.
Sobre todo, que
nos impulsen a actuar.
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