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sábado, 23 de noviembre de 2019

El vecino del 7º C

Tengo un vecino, en el 7º C. Un día con un amigo lo socorrimos; íbamos en el ascensor y la señora nos pidió ayuda, que el marido se le había caído. Fuimos y estaba en el piso, tratando de levantarse, entre dos sillones, un viajo alto y flaco. Por suerte no se había golpeado, aunque se había puesto un poco nervioso. Lo levantamos despacito, lo sentamos en un sillón y nos quedamos a ver si estaba bien.
Desde entonces nos hicimos amigos. Siempre hablamos de Boca, porque es de Boca.
Hace unos días me contó que su esposa había viajado a 9 de Julio a visitar una hermana. Ayer le pregunté cómo había pasado el día y me contó esto.

No pasé solo el día en Buenos Aires, no. O bueno, un poco. Es que había mucha gente…
Fui caminando (pese a lo que me cuesta caminar, porque me duelen mucho los pies) hasta la boca del subte, pagué la entrada, bajé por la escalera mecánica hasta el andén y me senté en uno de los bancos que hay allí, no muy cómodo, porque es de acero inoxidable y tenés la impresión de que te deslizás, de que sin darte cuenta vas a terminar en el piso.
Me pasé el rato mirando a la gente que bajaba de los vagones.
Los extranjeros -a lo mejor son brasileños, o árabes.
Estos son estudiantes, estos también. Aquellos. Muchos son estudiantes.
Los matrimonios.
Los personajes -cada tanto aparece un flor de personaje.
Una pareja de dos varoncitos que van muy enamorados dándose besos. Uno con tatuajes por todos lados.
Una familia con muchos chicos. Muy pobres. Los chicos van pidiendo, el padre con la gorra, vende pañuelitos de papel. Y andan todos juntos.
Dos monjas, pasan.
Las chiquilinas, tan lindas en la primavera, y esta mujer, ¡qué mujeres, las argentinas!
Miro cómo se visten los hombres de mi edad, algunos haciéndose los más jóvenes, con la camisa afuera, incluso con una coleta, otros formales, varios como yo, con unas zapatillas deportivas, que parecen de deportista profesional, y las usamos porque no duelen los pies.
Los oficinistas. La ciudad es de estos y de los vendedores que van con sus carpetas y cuadernos, los visitadores médicos con su portafolios, los abogados, de traje.
De estos es la ciudad.
No es mía. Antes fue mía, ahora la miro pasar, nomás. Al que me saluda, lo saludo, pero no saluda nadie, cada uno anda en lo suyo, hoy se vive así.




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