Quizás podemos detenernos un rato en la idea de que la
sociedad argentina, aspirante a “estar bien” y no a “estar mejor”, o sea,
sociedad con vocación de supervivencia, tiene probados y múltiples recursos
para gambetear crisis, incluso una crisis tan brava como la que se viene.
En bruto, Argentina puede producir alimentos para una población
quince veces más grande que la que tiene, tiene gente con destreza e
inteligencia para construir hazañas y está en una posición geográfica que la
salvaguarda de guerras y conflictos que la diezmarían.
Estos son apenas tres dones entre muchos que Argentina recibe
y que entrega a cambio de flotar siempre.
Por salir a flote y quedar flotando, paga también el
precio de no desarrollarse, de una desigualdad importante, de la miseria de una
parte de su población y de la fatal destrucción cíclica de los logros de los sectores
pujantes.
Si conseguimos gambetear esta crisis y volver a la
normalidad del flotar sin haber hecho la mínima justicia de que los principales
explotadores del trabajo y la vida de los demás devuelvan algo de lo que
obtienen de modo criminal, nuestra supervivencia tendrá una dosis de indignidad
que nos impedirá mirar a nuestros hijos a los ojos.
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