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miércoles, 29 de julio de 2020

Cuatro tipos de jóvenes

No se me ocurre nada más deprimente, frustrante y peligroso que un joven que no se rebela.

Un joven que obedece, que no siente la necesidad visceral de dar vuelta el orden, me parece un gusano del demonio, una promesa de tirano.
Siento como una amenaza a aquellos jóvenes que no están dispuestos a asesinar a los viejos que detentan el poder y utilizan todo lo que tienen para conservar las cosas como están.
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Luego, entre los jóvenes que se rebelan, distingo tres tipos.
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Primero, aquellos que combaten con ímpetu revolucionario la explotación que los ricos hacen del resto de la sociedad, aprenden el funcionamiento de la explotación, y lo ejercen cuando llegan a la madurez.
Estos jóvenes también me dan miedo y me hacen perder toda fe en la Humanidad.
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Segundo, están aquellos jóvenes que desatan un huracán contra el orden establecido y asesinan a los viejos vinagres, pero no aprenden nada.
También estos pueden reproducir el orden que combatieron.
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Finalmente, están aquellos jóvenes que le pusieron bombas a las bases de la estructura de un orden perverso, lo hicieron volar por los aires y pasaron por cuchillo a los viejos perversos y miserables, pero que antes de ajusticiarlos, les robaron el fuego. Aprendieron de ellos, tomaron su sabiduría, capturaron su experiencia.
Atrás de estos jóvenes voy, para servirlos —si es que no me hacen sonar.



domingo, 26 de julio de 2020

68º aniversario de la muerte de Eva Perón


Como tengo dudas sobre mi autoridad* para hablar der Eva, voy a recordar algunas cosas que charlaron ayer el gordo Saborido y Daniel Santoro el Pintor en el perfil de Instagram de este último.
Evita no era teórica, resolvía la desigualdad inmediatamente, usando la plata del Tesoro Nacional para darle sillas de rueda a los chicos pobres que tenían parálisis y cosas así.
Era una piba.
Quería que los chicos pobres tuvieran todo. Pero no era un asunto de satisfacer necesidades básicas insatisfechas, sino de “en donde hay una necesidad, nace un derecho”.
En su acción, Eva completó la idea de “derecho” hasta darle la forma de deseo.
Era revolucionaria (daba vuelta el estado de las cosas) porque si se concebía que los niños pobres tenían necesidades y los niños ricos tenían deseos, ella trabajó para que los niños pobres también tuvieran deseos.
Y para que se cumplieran.
Ella se los cumplía sin intermediaciones. Un chico le pedía algo en una carta y ella iba personalmente y se lo entregaba.
No estaba en contra de la riqueza, nunca le hizo asco al lujo; lo que quería es que los niños pobres fueran ricos también.
No quería, como muchos revolucionarios marxistas, que todos fueran pobres, sino que todos fueran ricos.
Quería que los niños pobres no tuvieran nada que envidiarle a los ricos.
Quería que los niños pobres no envidiaran.
Quería curar a los niños pobres de la espantosa enfermedad de la envidia.
¿Y cómo lo hacía?
En vez de mandar la represión de la envidia, buscaba que los niños pobres tuvieran todo lo que tenían los niños ricos.
Los pobres iban al cine y se deslumbraban con las casas que veían en las películas norteamericanas. Evita quería cumplirles el sueño de esas casas. Esos fueron los chalecitos californianos que mandó hacer para los obreros, con roble de Eslavonia y cortinas de no sé dónde.
Esos chalecitos eran 60 veces más caros que una “vivienda social”, o sea, eran económicamente irracionales, pero ¿en qué racionalidad? Una ajustada a que los pobres tuvieran cubierta la necesidad básica de una vivienda. Evita tenía otra racionalidad: la de un país que le cumpliera los sueños a la gente.
En vez de necesidades, deseos.
Argentina sigue siendo en todos los sentidos un país rico, que puede cumplirle los sueños a la gente, pero los barrios de edificios que se han hecho para “urbanizar las villas miseria” han resultado algo maligno.
No había ningún odio a la oligarquía en desear que la gente cumpliera su sueño. Evita comenzó a vomitar fuego cuando la oligarquía empezó a impedírselo.
Mediante su fundación becó a un chico pobre para que estudiara en un colegio inglés. Eso despertó el odio visceral de la oligarquía. Evita no expropió ni cerró el colegio, sólo metió un alumno ahí, y por eso se ganó el odio.
La oligarquía goza teniendo lo que los demás no puede tener. Goza con la envidia de los que no tienen, y en su perversidad le ordena a los que no tienen, que tampoco envidien.
La oligarquía crea dos figuras míticas para horrorizarse y confirmarse en su lugar: los que se están preparando para invadirlos y quitarles todo, y los pobres que están entre ellos y gozan —comen choripán, cogen, se dan a los excesos. Estos les roban el goce: “si el otro goza, mi goce no vale tanto”.
Los dos fantasmas concurren a lo mismo: la afirmación de los privilegios de la oligarquía.
Evita no estaba en contra de los privilegios, sólo que los quería para todos. Claro, eso le quita a los privilegios su entidad.
Hay una diferencia entre la revolución que planteaba Evita y la marxista de aquellos partidos de izquierda que también la odiaban: una reedición de la confrontación entre Danton y Robespierre, en la que Robespierre fustigaba a Danton por disfrutar como disfrutaba la realeza que habían destituido.
“¿Para qué hicimos la revolución? ¿Para que la gente goce como lo hacía la monarquía?”, preguntaba Robespierre.
“¿Para qué hicimos la revolución? ¿Para que la gente la pase mal, como cuando estaba la monarquía?”, preguntaba Danton.

Nota al margen (o no tanto): el gordo Saborido y Daniel Santoro el Pintor están siendo burlados desde la izquierda ilustrada académica porque no son académicos. Quizás ese ataque sea una declaración de aspiración a la pertenencia oligarca. ¿Con qué autoridad estos dos charlatanes de café hablan de gozo, hacen análisis cultural y difunden lo que hablan a cualquiera?





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* ¿Tengo derecho a hablar? ¿Soy lo suficientemente peronista?
¿Qué ser peronista?
Siempre ha habido peronistómetros. Miden cuna, convicción, sentimiento, alineamiento, conveniencia. Se me hace que el peronismo es como el gran regazo, admite a todos, los más humanistas y las ratas más corruptas, los más nobles y los más miserables, los teóricos más trabajados y los brutos más prosaicos, los fascistas y los revolucionarios, los altruistas y los estafadores, los mentirosos y los honestos, los más racionales y los más emotivos. Todos son bienvenidos, hasta una familia hecha de radicales históricos y socialistas, que en cuarto año de la presidencia de Néstor Kirchner cantaban los cumpleaños con la música de la marcha peronista. Para ser peronista basta con declararse peronista. Decilo y ya está.

En mi peronistómetro personal no califico. Respeto demasiado la cuna. Me consuelo pensando que después de Evita y Perón, el que mejor concibió la Argentina desde el peronismo fue John William Cooke, que era de origen radical, y sin embargo Perón lo hizo su delegado personal cuando fue desterrado.

miércoles, 8 de julio de 2020

Julita

Hace un tiempo recibí un mensaje repentino de Julita.

Digo "repentino" porque nunca nos mandábamos mensajes. Nos habíamos divertido cuando coincidíamos en alguna reunión, pero nunca construimos un lazo entre nosotros. Y no hubiera estado del todo bien, porque era la hermanita de Anabel, y Anabel era mi esposa.
Pero yo me había separado hacía cuatro años y ting! tong!, entró un mensaje y era de Julita.
"Voy a estar en Buenos Aires esta noche. Vas a estar ahí?"
Nunca nos habíamos visto solos.
¿Ella estaba viniendo sola?
"Voy a estar esta noche" significaba que sólo estaría una noche.
O que estaría más días, pero pretendía que nos viéramos esa noche.
¿Qué tenía en la cabeza?
¿O en el deseo?

"Qué hacés, Juli. Sí", le respondí.
Sabía que estaba por casarse, además.
"Además", no: que se fuera a casar era el dato más importante de aquella especie de conversación.
¿Por qué quería verme a la noche —no a la tarde—, siendo que estaba por casarse?
Me estaba haciendo muchas preguntas a mí mismo. Algo raro estaba oliendo.
Quizás debería decirle que no podía verla.

Entonces entró otro mensaje de Julita: "Nos vemos?"
Previsible.
Y entonces:
"El bar de Luca?"
Siempre nos habíamos divertido en el Bar de Luca.

Me colgué. Esperaba que se me ocurrieran pensamientos para decidir qué hacer y no aparecían.
Si decía que sí, ¿a qué le estaba diciendo que sí?
Por otro lado, era simplemente Julita en Buenos Aires, que quería tomar algo. ¿No me estaba enroscando?
Este último pensamiento me hizo escribir: "Dale".

Obviamente pasó lo que tenía que pasar, nos emborrachamos, terminamos en casa cogiendo.

Al día siguiente le pregunté por qué hicimos eso, si ella se estaba por casar.
No me respondió nada significativo.
"Porque pasé por acá", "tenía ganas de verte", "qué sé yo".
Le dije que era como una despedida de soltera, pero no me prestó atención.
No reflexiona mucho sobre las cosas —o yo reflexiono demasiado.
No puedo evitarlo. Con todo me hago una historia en la cabeza, y si aquello había sido una suerte de rito, valía la pena escribirlo.

Más aún, si ella hubiera quedado embarazada.
Que es exactamente lo que sucedió.
Un par de meses después me manda un segundo mensaje de la nada.
"Estoy embarazada".
Había regresado de su viaje de bodas —un viaje de dos meses espectacular por toda Europa— y pocos días después confirmó que estaba embarazada.
"Felicidades 👶💗"
"No, boludo", "no sé de quién es".
Ah.
Claro.
Bueno, sintonicemos "seriedad y directo al grano". Le respondo:
"Te casaste. Es de tu marido".
Fin del jueguito.

Pero desde ahí, a cortar clavos.
Aunque confiaba en que Julita es brava. Iba a mantener el tema bajo control absoluto.

Y así fue.
El nene salió igual al papá.
Aunque a veces miro las fotos en facebook y no sé.
En fin.



Y hoy me mandó otro mensaje.
"Qué hacés. La semana que viene tengo un congreso en Buenos Aires. Nos vemos?"



Un pequeño recuerdo


En un atardecer rojo de un día de verano, éramos un grupo de chicas y chicos al costado de una piscina en un parque.
Yo tenía 17 años, vos 15. De la nada, me pediste que recitara un poema. No nos conocíamos, no tenías cómo suponer que yo sabía un poema, y justo me lo pediste en los días que me había aprendido de memoria, de lo mucho que me gustaba, uno de los 20 poemas de amor de Pablo Neruda.
Yo era como un rey en ese momento de mi vida. Tenía tanta seguridad en mí mismo como la necia seguridad en sí mismo que tiene un torero o un gallito boxeador. Cuando me pediste que recitara un poema, salí al ruedo sin hesitación y comencé a recitar.
Era tan engreído, que no intenté traducir; recité en español, con el lento, íntimo y grave ritmo que pedía el poema.
En los minutos que estuve recitándolo, los demás adolescentes fueron callando, y cuando terminé, el mundo entero parecía estar en silencio. Alguien aplaudió y vos me mirabas fijo, con tus ojos brillantes. Yo te miré fijo también, incluso mientras chocaba los cinco con alguien.
Me dijiste que era hermoso, yo me reí, "¿por qué decís eso, si no comprendés el español?"
Me dijiste "vos sos hermoso".
Ese fue el momento en que nos enamoramos.
Pero yo me fui de ese país dos semanas después. Ahora, cuarenta años más tarde, me causa pena y ternura la arrogancia que yo tenía en aquella época, y hago balance y, con todos los muchos enamoramientos que tuve en mi vida, valoro aquel instante. No sé si tuve otro tan perfecto. Fue uno de esos flechazos de amor que fundan parejas para toda la vida.
Y pareciera ser que para mí, esta lo es, porque fijate que no te he olvidado.





He ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, ¿qué te haces de repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.
(Poema 13)





lunes, 6 de julio de 2020

Una dosis de Cuba y China para Alberto



Creo que entorpece el pensamiento y enchastra la ética la teoría de la pureza.
Induce a pensar que hay cosas puras y por tanto, que hay cosas puras y cosas contaminadas.
Lo puro es lo distinto —y tan fácilmente se pasa se lo distinto a lo distinguido.
Para que haya algo puro debe reinar la lógica más primitiva, la que establece que algo no es otra cosa. A no es B.

Tan aferrado Occidente a esta manera de ver la realidad, queda tan entrampado, tan obtuso, tan tosco.
Podemos dar un pasito más y entrar en la teoría de las dosis.
Aceptar que hay cosas puras, pero que en la realidad existen en dosis.
Dosis de mujer.
Dosis de amor.
Dosis de gorila.

Desde la teoría de las dosis intentaré armar un cuadro.


► China y Cuba tienen una dosis de dictadura. China lo asume en su constitución.
Qué insoportable es esto para quienes gustan de China, pero aborrecen las dictaduras.
Incluso si China tuviera una mínima dosis de dictadura.
Insoportable, angustiante, doloroso especialmente para los argentinos, a quienes el término “dictadura” nos remite a los gobiernos militares, especialmente el último, ensañadamente asesino.
Cualquier cosa que pueda ser nombrada como “dictadura” nos enardece.
No a todos, claro. Digamos que muchos tenemos una dosis de antidictadura en nuestra moral cívica.

► Un pensamiento con una dosis de pragmática propondría que siendo dictaduras, la de China y las de los militares argentinos, son opuestas.
La dictadura china ha sido ejercida contra los sectores que hasta 1949 explotaban al pueblo, mientras los militares argentinos una y otra vez tomaron el poder durante el siglo XX por mandato de los explotadores.
Podría decirse que las de Cuba y China fueron dictaduras del proletariado (o del campesinado), mientras que las de Argentina, como las de América Latina, fueron dictaduras de los sectores capitalistas hegemónicos.

► Con una dosis de honestidad se comprobará que las dictaduras de Cuba y de China consiguieron que las vastas mayorías vivan mejor.
Si no hubiera habido revolución en esos dos países, la gente de Cuba habría estado tan mal como la de, por citar un país, El Salvador, y los chinos estarían tan mal como los indios.

► Resulta previsible que la fustigación contra las dictaduras de Cuba y de China fuera alentada desde los sectores perjudicados, o sea los explotadores y sus sirvientes.

► En Argentina, Eva Perón tenía una alta dosis de certeza de que no se lograría el bienestar de los explotados mientras la oligarquía siguiera decidiendo sobre toda la sociedad.

► La defensa de los intereses de la clase explotadora observa una dosis de enmascaramiento de defensa del bien común, la democracia, la ley, el orden institucional y la paz social.
Mientras, acusa a los dirigentes de las dictaduras de China y Cuba de corruptos que formaron otra clase explotadora, reemplazando a la que derrocaron.
Aún sin revisar la eventual corrupción del esquema dirigencial, los logros de Cuba y China en beneficio del pueblo son muy difíciles de discutir.

► Podría ser que algunos progresistas que se alzan como paladines de la defensa de la democracia, el respeto por los derechos y libertades individuales, en contra de Cuba o de China, quizás lo hagan obedeciendo a una dosis de identificación con los explotadores.

► En su hasta ahora breve gestión, el presidente argentino Alberto Fernández evidencia una alta dosis de democratismo. Es tolerante y se muestra abierto a todos quienes manifiesten querer el bien del país, no importa el partido político o sector social al que pertenezcan. Ha dicho que su presidencia no está sometida a “la grieta”, sino que gobierna para todos.
Muchos observan con atención cuál será su estrategia para armonizar posiciones entre bandos muy enconados entre sí, más si se considera que los que están de un lado de la grieta son los explotadores y del otro, los explotados.
En la doctrina peronista hay una alta dosis de convicción de que gobernar es conciliar los diversos intereses, incluso contrapuestos entre sí.
La dosis de peronismo en Alberto Fernández es muy alta y esta convicción explica su confianza en superar la grieta.

► Hay quienes tienen una dosis de escepticismo respecto del futuro, considerando que los sectores explotadores y sus servidores no accederán a ceder ni una partícula de sus privilegios en pos de una conciliación.

► También hay quienes se preguntan qué dosis de democracia hay si se considera a todos iguales, siendo que unos tienen más poder que otros.
¿No habría una dosis mayor de democracia si se equiparara el poder de los diferentes sectores de la sociedad y de todas las personas?
Es decir, haciendo un balance desde mediados del siglo pasado, atendiendo al bienestar de las vastas mayorías, ¿no hubo una dosis mayor de democracia en las dictaduras de Cuba y en China que en las democracias de Occidente, incluida las de Argentina?


Cómo entendí la teoría de las cuerdas


Soy un poco pesado esperando respuesta.
Medio tiranuelo, diría, incluso.
Si pregunto algo, espero una respuesta. Aunque sea una no respuesta: un “no sé”, un “después te respondo”, “no quiero contestarte”, “ok”, un emoticoncito.

Pero nunca sabés adónde va a parar lo que le decís dentro de las personas con las que hablás.
Quizás decís algo que para vos no significa nada pero a alguien en particular tus palabras se le meten por un túnel que acaba en un lugar insospechado. A lo mejor dijiste algo que arruinó algo en otra realidad, o que fue a germinar en una luna de un planeta de un universo paralelo.

Entonces, ¡calma! con lo de esperar una respuesta.
Probablemente te llegó sin que te hayas dado cuenta.








sábado, 4 de julio de 2020

Derridado



— ¿Los castigan mucho con Jacques Derrida? —le pregunto a mi hija Irina, que cursa la carrera de Letras.
— No tanto.
— ¿Te gusta la filosofía, Ira?
— Si tengo un rato para leer, entre una novela, algo de teoría literaria y un libro de filosofía, lo último que agarro es un libro de filosofía. Quizás no lo agarre, de todos modos.
— ¿Por qué?
— No sé, no termino de entender que la filosofía sea una cosa.
— ¿Cómo?
— ¿La filosofía es pensar el ser? Entonces está en todo. Todo el que piensa, piensa el ser, ¿qué otra cosa se puede pensar? Y entonces ¿por qué a algo se le llama filosofía y al resto no?
— Se parece a lo que me decías de la poesía, que sólo es un género literario porque en un momento se lo inventó y luego se hizo tradición.
— Sí, hay poesía en las cosas.
— En todo caso, lo que tiene entidad son los poemas.
— Ponele —aunque a veces la diferencia entre el género de poemas y otros géneros no es nítida.
— Una vez escuché a un andaluz decir que un bailaor “tiene los pies muy inteligentes”.
— Y también pasa con la meditación. Se hace el show de la meditación. Una vez estábamos todos meditando, como un gran rito, todos con una misma onda de paz flotante, con ropa parecida, en la sala había sahumerio, una determinada luz. Por la ventana vi que un flaco limpiaba el vidrio en un edificio de enfrente. Debe haber estado tres horas limpiando, colgado, a 30 metros del piso, haciendo el mismo movimiento. Claramente estaba meditando.
— Como el gaucho que chupa la bombilla de mate al lado del fogón.
— Y como la señora del comedor barrial que cocina, el camionero que va por la ruta, el pibe que lava autos, la mujer que cose en el taller de costura, el operario que hace todos los días lo mismo una y otra vez, una y otra vez, en la fábrica de escobas: todos meditan.
— Cierto.
— La gente cuando habla en los velorios, ¿no filosofa? Prefiero entenderlos a ellos que no entender a Derrida.










De Guardia a Guardián


De Ángel de la Guardia que te cuida a Guardián de la Cárcel encargado de mantenerte preso:

La comida

La belleza

Los sentimientos

La ambición

El enamoramiento

La autoestima

La tranquilidad

El sexo

El dinero

La Patria

Dios

La Razón

La Madre

Las Palabras