1. Un centro de estudios de la Universidad de Harvard detectó que los chinos aprueban la acción de su gobierno de manera enorme y creciente.
¿Esto a qué se debe?
2. Fue un presidente norteamericano, John Fitzgerald
Kennedy, quien dijo: “dejen de pensar qué es lo que su país puede hacer por
ustedes y empiecen a pensar qué pueden hacer ustedes por su país”.
3. Ahora bien, en los primeros días de la guerra de
Malvinas, me anoté como voluntario. (Qué mal entré en esa curva).
Si pienso qué hago hoy por mi país, pienso en que pago mis
impuestos, aporto la parte del territorio argentino que me corresponde,
invierto algo de mi capital y obedezco las leyes.
Pero ¿a quién beneficio?
Al país, claro, pero ¿qué es el país?
¿Es lo mismo aquel Estados Unidos de Kennedy, que el actual
de Trump?
¿Es lo mismo la legendaria Islandia que El Salvador?
¿Es lo mismo Brasil que Nueva Zelanda?
Un aspecto que diferencia a los países es cómo se reparten
las ganancias que generan sus recursos —sus capitales, el trabajo de la gente,
sus recursos naturales.
No es lo mismo un país como Cuba, que reparte de un modo muy
equitativo (aunque es obvio que la equidad no es perfecta) entre toda su
población, que un país como Chile, que tiene una clase millonaria y una masa
general de pobres.
Aportando impuestos, trabajo, la parte que me corresponde de
las riquezas naturales, capital y obedeciendo las leyes de Argentina, ¿a
quiénes beneficio?
Como del total de la riqueza, una parte sustancial va a
parar a unas pocas manos, pues a esas manos va la parte sustancial de mi
aporte.
Eso es mi país.
Eso es Argentina.
No me cuesta entender mi poco entusiasmo cuando pienso en
qué puedo hacer yo por mi país.
La mayor parte de lo que yo hago por mi país va a parar a
esos yates grandes como edificios que he visto sólo alguna vez, a las cuentas
que algunos tienen en Panamá, a mantener los hijos de tal familia que están
estudiando en Londres, a pagarle la cocaína al marido de la heredera de la
corporación mediática.
Pero si supiera que a ellos fuera una parte mínima de lo que
produzco, de mi “ponerle el hombro a la Patria”, mientras que la mayor parte se
distribuyera de manera equitativa en todo el resto de la población, y eso
contribuyera a que ya no haya familias que viven en un toldo al lado de una vía
del tren, a que los presos no mueran de tuberculosis en la cárcel, a que la
gente no tenga que irse de su lugar hacia una villa miseria de Rosario, a que
unos hermanitos no se tengan que quedar en la casa en vez de ir a la escuela
porque la abuela que los cría está enferma, si ese fuera el caso, creo que
contribuiría con ganas.
Y si un gobierno, aunque fuera un mamarracho de defectos,
garantizara esa justicia social, tendría mi aprobación.
.
Fuera de la sumisión por la fuerza, más allá del lavado de
cerebro, además de la obediencia que la ética confuciana graba en el adn de los
chinos, creo que esto es lo que explica que los chinos apoyen masivamente la
gestión de su gobierno.
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