"Jamás querría ni quise herir a nadie, menos aún a los
los poetas. Lejos está mi ser sensible de ello", dijo ayer la presidenta
del Fondo Nacional de las Artes.
Así pidió disculpas por haber dicho que los poetas pusieron
el grito en el cielo porque este año no habrá dinero para poetas .
"Están acostumbrados a que el Fondo es una especie de
proveedor permanente", había dicho.
Quizás es un poco triste para mi mamá, pero hablo desde la
impunidad que me da no existir, sabiendo que este comentario llegará en esta
red cualunque, que muchos no soportan por grasa, a 74 personas y será leído por
14, de los cuales 1 se interesará.
Desde la asquerosa impunidad que me da el anonimato, quiero
decir que una persona que se llame a sí misma "poeta" me hace
aparecer inmediatamente la imagen de una batata vestida con el atuendo de un
juez inglés, con la peluca y todo.
Hay personas que necesitan decir cosas, a quienes los cosas
las urgen a que las escriba, y que tienen una aplicación fuerte en la manera de
escribirlas, hasta que las palabras se les transforman en seres. Escriben, así,
en una piedra, en el caparazón de un animal, en un papel, en la arena, en un
iPad.
Muchas de esas inscripciones quedan en soledad total hasta
que las barre el tiempo. Algunas son leídas por otras personas, la mayoría de
las cuales sigue de largo pensando en otra cosa, salvo algunas pocas, inspiradas,
más inspiradas que aquellas que escribieron, que al leer las palabras escritas
crean un mundo.
Este será el verdadero momento mágico.
Y siento, en mi triste anonimato, que nada más alejado de
esta pequeña historia, que una persona que tenga la pretensión tan triste y
patética que se moriría de vergüenza si se mirara al espejo, de ser reconocida
como "poeta".
Si además se entrega al gozo de odiar porque no le pagan por
eso, creería estar asistiendo a un brote psicótico.
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