Los progres odiamos el imperialismo.
Pero no todos los imperialismos son iguales.
Podemos odiar más a los yanquis que a los europeos, porque los europeos nos gustan.
Nos gusta ser europeos y nos gusta sentirnos parte de ellos.
Claro que si somos anti imperialistas, tenemos una pequeña contradicción.
Nos pone una contradicción el tráfico de esclavos de Inglaterra, el genocidio de pueblos americanos de España y sus descendientes, las matanzas sádicas en África de Bélgica.
Ahora bien, todo el antiimperialismo que sentimos pero no podemos liberar por esa contradicción, tenemos total libertad de soltarlo contra los chinos.
Tienen todo lo malo del imperio y nada de lo deseable.
Oportunidad de oro para ser antiimperialistas nivel Che Guevara.
Esto es muy evidente en el incendio anti chanchos. Claro que tratar de retomar la relación con los chinos justo con chanchos, con todo lo que ellos simbolizan, justo en la pandemia, como se viene relacionando a los chanchos con la pandemia, y justo con un proyecto de capitalismo concentrado, no está fácil remarla.
Mención aparte, lo que me cuenta un amigo que la tiene muy clara. Me hizo un panorama de las fuentes que usan los intelectuales de la campaña y es asombrosamente prolífica la presencia de investigaciones y publicaciones pagadas por gobiernos y organizaciones europeas y norteamericanas antiChina.
Pienso en un proyecto en el que China quiere invertir. Un proyecto de minería, por ejemplo. Será cascoteado porque contamina, deja regalías exiguas y no crea fuentes de trabajo.
Pero ¿y si en vez de cascotearlo proponemos extremar el control ambiental hasta garantizar que nuestros bisnietos tengan un ambiente tres veces más sano que el de hoy y exigimos subir las regalías?
Evo le dijo a las petroleras extranjeras: las queremos en Bolivia, les tenemos cariño, sólo que habrá un aumento en las regalías. Hoy ustedes pagan 18%, desde mañana pagarán 81%.
"Indio bruto", le dijeron -como a esta fantasía se la puede tildar de utópica funcional, pedir lo imposible para que todo siga como está-, y le dijeron "¿no ves que se irán del país?"
Bueno, como ustedes saben, no se fueron.
Podríamos cobrar unas regalías tal que permitirían sostener fuentes de trabajo en los rubros que la gente más deseara. Pueblos enteros de Catamarca, La Rioja, Jujuy, San Juan, en los que la gente trabaje como diseñadores de videojuegos, criadores de carpinchos, body painters, raperos, chamanes, escritores de haikus. Trabajando 40 horas a la semana, o 20, o 5 o 1.
¿Utopía funcional? Quienes hayan ido a Catamarca quizás conocieron el estadio de fútbol construido por una compañía minera que arregló con el gobierno provincial el pago de las regalías más caminos, más el estadio. Un estadio fabuloso, como el de un club de primera, mucho más grande, moderno y hermoso que el de Platense, Atlanta o Argentinos Juniors. Bien: no hay en Catamarca clubes de fútbol para ese estadio y no hay gente para llenarlo.
El megaestadio se usó UNA vez.
Claro que esta idea surge de hacer un arco que va de China a Bolivia. El mismo comentario "qué idiotez" que le aparece a mi yo interior que ama París, es el que le surge a muchos ante cualquier idea que proponga un rumbo diferente al de ser el país más occidental de Europa.
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