“Y en la hora de nuestra muerte”.
A veces me jaquea. Es como un asunto a resolver.
Podría pensar mucho en la mejor solución.
Y también me sucede que no estoy de acuerdo con gastar tanto tiempo en eso.
Pero vuelve.
Algunos de ustedes me entenderán.
Lo que sí, los otros días me regalaron un antídoto que valoro mucho y por eso lo comparto, quizás a alguien más le haga caer la ficha.
Me dijeron;
Date el gusto de aterrorizarte por tu muerte, pero antes, sembrá.
Primero sembrá.
Sembrá sabiendo qué planta querés que salga, pero no te quedés preso del resultado, porque la planta que nacerá sólo será uno entre infinitos resultados. Sos demasiado insignificante para alcanzar a conocer todos los resultados del hecho de que siembres una sola semilla.
Sembrá bien. Da lo mejor que tenés. Dalo a consciencia.
Sembrá tu energía, tu trabajo, tu inspiración, tu entusiasmo, tu dinero, tu tiempo.
Una vez que hayas sembrado todo lo que tenés para sembrar y hayas ayudado a crecer aquello que brota, entonces sí, entregate a tu egoísmo, complacete con tu autoconmisceración y date una orgía de pena de vos mismo y de tu propia miseria.
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