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viernes, 1 de enero de 2021

Navidad y Año Nuevo entre China y Argentina




1. La Navidad entre los Ng


Nuestro apellido es 伍.

Al ser transcripto al alfabeto latino ganó dos modos: Ng, en cantonés, y Wu, en mandarín.

Cuando en Argentina digo que mi apellido es Ng, las personas quedan descolocadas y naturalmente tienden a pensar que es tan excepcional, que los Ng no superaremos los 20; sin embargo, en China me dijeron que superamos los 50 millones.

Imagínense, una Argentina entera de Ng.

Proviniendo de cantoneses, me tocó el Ng. En cambio a Zhenguan, le tocó Wu.

Yo nací en Argentina, pero Wu Zhenguan nació en Guilin, capital de la Región Autónoma de Guangxi. 

Guilin está dentro de uno de los paisajes más hermosos del planeta, allí donde las montañas son altas, redondeadas, cubiertas de un grueso manto vegetal y están siempre un poco veladas por la niebla tibia del trópico. Los cursos de agua corren en todas direcciones, nutriendo arrozales de verde intenso. De allí llegó Wu Zhenguan, a quien rápidamente le pusieron de nombre Juan, y de quien me hice amigo. 

— Tenemos el mismo apellido, ¡somos primos! —bromeó él, buscando que fuéramos más amigos de lo que éramos.

Con los años, muchas de nuestras conversaciones me sirven para captar la interculturalidad entre China y Argentina. Estos días tuvimos este diálogo:


Gustavo Ng: Juan! Qué hacés? Cómo pasaste Navidad?

Wu Zhenguan: Hola primo.

Gustavo Ng: Mi papá me preguntó si tu mamá estaba en Argentina.

Wu Zhenguan: Na. Ni puede venir.

Gustavo Ng: Ustedes festejaron Navidad?

Wu Zhenguan: Si. 

Gustavo Ng: Cómo festejaron? Sólo vos y tu esposa?

Wu Zhenguan: Con los cuñados. Y los hijos de ellos.

Gustavo Ng: Ah, estilo argentino!

Wu Zhenguan: Si

Gustavo Ng: Había arbolito?

Wu Zhenguan: Si. Más simple.

Gustavo Ng: ¿Qué cocinaron? 

Wu Zhenguan: Asados

Gustavo Ng: ¿Hubo regalos?

Wu Zhenguan: No. Jugaban Playstation

Gustavo Ng: Pan dulce, turrón, sidra?

Wu Zhenguan: Esas no

Gustavo Ng: Hay que incorporar la costumbre de los regalos, primo!

Wu Zhenguan: Jaja. Para el año que viene.

Gustavo Ng: ¿Sólo asado o comida china?

Wu Zhenguan: Asados. Estilo chino.

Gustavo Ng: ¿Cómo es el asado estilo chino?

Wu Zhenguan: Muchos condimentos.

Gustavo Ng: Qué cortes de carne?

Wu Zhenguan: Brochetes. Chiquitas. Con ajos ajis. Pollos. Alas. Tofu. Y un poco asado de cerdo.

Gustavo Ng: Tofu asado?

Wu Zhenguan: Si. Es más rico que carne.

Gustavo Ng: Brindaron a medianoche?

Wu Zhenguan: Nadie toma. Pero con gaseosa si.




2. El sol sale en Mar del Plata


La mayor parte de los chinos viven en la franja este de China, que representa menos de un tercio de la superficie de país. Desde esa franja hacia el oeste, comienzan los territorios desiertos. Como la pampa argentina, el vacío está poblado de ánimas y leyendas. De la misma manera en que los malones fantasmas levantan polvaredas en nuestros horizontes circulares, en algún lugar insospechado de la provincia de Xinjiang se erigen torres titánicas y murallas gigantes de barro, que pertenecieron a reinos ancestrales cuyos descendientes se han mezclado hasta perderse entre la población actual.

Una de las ciudades de ese oeste remoto es Lanzhou. Está asentada a lo largo de un valle y sus habitantes cultivaron durante siglos las montañas que lo cierran, hasta agotarlas. Entonces, se hicieron eternas las terrazas de cultivo secas como el escenario que contiene a Lanzhou. Era como anfiteatro, con las gradas esperando a que fueran a sentarse los dioses que contemplarían el espectáculo de la vida humana en la ciudad. 

Todo el tiempo el viento soplaba el polvo de las terrazas exánimes sobre las casas, los parques, los templos, los mercados y las escuelas de Lanzhou. Cuando la conocí, pasaban todo el tiempo camiones hidrantes regando el aire con nubes de rocío. Eso está cambiando aceleradamente desde hace cuatro años, cuando el Gobierno mandó a los soldados a plantar pinos en aquellas terrazas eternas. Muy pronto se habrá conseguido el milagro de que Lanzhou esté envuelta en un pinar que le dará frescura y aire limpio, como Bariloche o como Ushuaia. Será otra de las leyendas del oeste.

Cuando fui por primera vez, me recibieron en su casa Feng Zheng y su esposa, dos personas encantadoras. Llegué a ellos por su hijo, Polo, que vivía en Argentina y éramos amigos.

De manera que Polo, un chico universitario, había llegado a Argentina no sólo desde China, el país más lejano del planeta para los argentinos, sino desde Lanzhou, que los mismos chinos consideran un lugar tan lejano que pertenece a la zona en que la realidad se confunde con la fábula.

No está sólo. Sus tíos migraron a Mar del Plata. Pusieron un supermercado, les fue bien, pusieron otro, les fue mejor, construyeron cabañas para alquilar a los turistas. 

Polo y sus tíos pasaron juntos la víspera del Año Nuevo. Juntos y tan lejos de Lanzhou. Cuando fue la ahora de la salida del sol, fueron a la playa a recibirlo.

Juntos, vieron el primer amanecer del nuevo año.

En Lanzhou, los padres de Polo, en el atardecer de un día de invierno, recibieron esta maravillosa foto al minuto de ser tomada.

A propósito, Polo es un fotógrafo formidable.


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