Estamos juntos y estamos separados, igual que como estamos con los muertos.
Pero con los muertos hay cosas que ya no podemos hacer
cosas, y entre nosotros sí podemos.
Sin embargo, las limitaciones que ha impuesto la pandemia
nos enfrenta a la boba realidad de que no las hemos hecho.
No nos hemos dicho todo lo que teníamos para decirnos.
No fuimos a aquel lugar.
No regalamos lo que quisimos regalar.
No nos tocamos cuando pudimos.
No confesamos los sentimientos que teníamos en el corazón.
No tuvimos frío juntos.
No nos dijimos verdades.
No hemos jugado todo lo que pudimos.
No le tomamos la mano a alguien que lo necesitaba.
No nos acostamos en la misma cama.
No preguntamos si era verdad lo que nos dijeron cuando
éramos chicos.
No hemos tenido a alguien en brazos, aún cuando sabíamos
que sólo podríamos tenerlo en brazos un suspiro, tan poco tiempo.
No nos miramos adentro de los ojos todo lo que pudimos.
No hemos preguntado “¿cómo estás?”, cuando sabíamos que
el otro necesitaba esa pregunta.
No hemos llevado unas facturas para tomar unos mates, nada
más que para tomar unos mates juntos.
No nos hemos dicho “¡ahora!” como quisimos.
Espero no olvidar esto cuando afloje la pandemia y
podamos estar juntos, abrazados, saltando, gritando, besándonos, chivando,
riéndonos como el masacote que siempre deberíamos ser.
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