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viernes, 5 de marzo de 2021

Judiciaderías

En 2008 hacíamos un taller de redacción de cuentos entre tipos que iban a guarecerse y a dormir a un parador nocturno.

Muchos habían pasado varios años en un hospital psiquiátrico. Uno de ellos llamaba la atención porque, aunque tenía una personalidad excesivamente modesta, prácticamente desapercibida, y pese a vivir en la calle, siempre vestía traje y corbata, camisa blanca radiante y llevaba el pelo impecablemente peinado a la gomina. 

En nuestro equipo teníamos un psicoanalista que trabajaba el tema de psicosis y estaba particularmente interesado en este hombre.

La primera vez que vino al taller, se presentó con tranquila formalidad y me entregó su tarjeta, en la que constaban sus (varios) nombres y apellidos, el cargo “Especialista en Judiciaderías” y abajo “MAT. NAC.” y un número.

En las reuniones de equipo en las que analizábamos la marcha del taller, el psicoanalista se detuvo en “judiciaderías”. Dijo que tendemos a utilizar la psicosis de alguien para justificar nuestra falta de entendimiento de algunos de sus comportamientos. 

Releyó uno de sus cuentos, haciendo marcas muy precisas que fueron configurando en los que escuchábamos una trama lógica. En un momento, la palabra “judiciaderías” cobró perfecto sentido para todos. El hombre hablaba del entorno de protocolos, burocratismos y procedimientos judiciales que eran puros formalismos, cáscaras vacías. Decía que el Poder Judicial era una especie de bosque que rodeaba a la Justicia en sí, y que iba creciendo, ahogando a la Justicia y expandiéndose hacia el exterior. Como era un fenómeno extremadamente complejo, existían especialistas, que asistían a las personas que debían hacer un trámite judicial. Esos profesionales estaban matriculados, como se podía leer en su tarjeta.

Esta es la versión en limpio que el analista hizo del texto del hombre, que era muy intrincado. En realidad, en una primera lectura era una redacción totalmente incoherente, propiamente lo que uno espera de un loco.

Me resulta muy interesante que 13 años después, aquello eche luz sobre un discurso de la actual vicepresidenta de la Nación, que no es sobre cualquier asunto, sino que da en un punto neurálgico de la disputa por el poder en Argentina.

La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner usó el término “lawfare” como clave de un esquema que está asediando a la sociedad. Viene usando el concepto reiteradamente desde hace años.

La Fundéu, Fundación del Español Urgente, española, patrocinada por la Agencia EFE y asesorada por Real Academia Española —nada de todo lo cual nos inspira especial confianza— explica que la palabra “lawfare” está “formada por law (‘ley’) y warfare (‘guerra’). Según el diccionario de lengua inglesa de Oxford, designa ‘acciones judiciales emprendidas como parte de una campaña en contra de un país o grupo’.” Luego precisa que las “acciones judiciales” son más precisamente “procedimientos judiciales”. 

Una entrada en Wikipedia amplía: “El término ’lawfare’ aparece escrito por primera vez en un artículo de 1975, escrito por los humanitaristas australianos John Carlson y Neville Thomas Yeomans, titulado ‘Whither Goeth the Law: Humanity or Barbarity’ (‘Hacia dónde va la ley: humanidad o barbarie’, en inglés antiguo). Los autores argumentan que el sistema jurídico occidental se ha convertido en demasiado polémico y utilitario, en comparación con el más humanitario basado en las normas del sistema oriental. Ellos opinan que la búsqueda de la verdad ha sido sustituida por una especie de guerra llevada adelante en los tribunales, y para definir esa situación inventan la expresión ‘lawfare’, reemplazando la expresión ‘war’ (guerra) por ‘law’ (ley), en la palabra ‘warfare’ (ir a la guerra).”

Lo engorroso de la etimología empata el trabajo anticipatorio de aquel tallerista. 

Más sorprendente resulta la convergencia de significado entre sus “judiciaderías” y este “lawfare”.



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