Los chinos tienen un autito que anda para acá y para allá sin parar por la Luna.
Los chinos siempre están haciendo algo que no sabemos.
Hace algunas semanas, el autito, al que llaman “Conejo”, se paró en seco cuando descubrió un coso cuadrado, que parecía que tenía una puertita.
Los que siempre queremos que pase algo extraordinario, empezamos a pensar en el monolito de “2001 Odisea del Espacio” y cosas así.
Pero los mayores entre los que siempre queremos que pase algo extraordinario, ya sabíamos que seríamos decepcionados una vez más.
Dicho y hecho.
Era una tosca.
Más ordinaria imposible.
Hoy los chinos nos pincharon el globo con la triste noticia.
Pero entonces, ni cortos ni perezosos, los chinos descubrieron que la piedra tiene forma de conejo, e incluso tiene una zanahoria y una caquita que hizo.
Me gusta este modo de contar el espacio de los chinos.
Hay una astronauta china que hace unos días, desde la estación espacial que estaba construyendo, dio una clase a los chicos de la primaria.
Los chicos la miraban encantados, ella flotando en el cosmos, con sus dos compañeros sin onda, pero sonrientes.
¿No hubiera estado bueno que diera la clase para TODOS los chicos del mundo?
A veces a los chinos, en comunicación, se nos escapa la tortuga.
Pero ahora no se nos escapó la piedra.
Y le descubrimos su forma de conejo, igual que mi tía Marta los otros días, cuando andaba por un arroyito de Los Nonos, descubrió en unas piedras la cara del negro que le hace delivery de porro a su hijo Gastón.
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