Algunos argentinos tenemos un mini Pity Álvarez adentro, una dosis de Pity Álvarez en sangre y nos causa, como a un vampiro la sangre, ansias.
Ansias de volcar.
De estrellarnos contra una pared con una moto.
De trenzarnos con la policía.
De tomar hasta caernos.
De pastearnos hasta la aceleración, hasta saber que nos
persiguen para matarnos, hasta ver que la persona con la que estamos no es
ella, sino es otra.
Ansias de sacarnos en medio de la hinchada, cuando están
todos locos.
Algunos lo hacemos.
Otros no. Otros somos chimpancés metidos en el criadero de
patos, entre patos.
Rechinamos de aburrimiento.
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