Ella era de una aldea cercana a Nookat. Ya no era joven. No se había casado. Trabajaba en el campo, a la par de su hermano. Y también escribía poemas. Compartió algunos en una plataforma desde su celular, llamó la atención de alguien y fue invitada a un encuentro de poetas en Biskek. Allí tuvimos un affaire de tres días. Su poesía era cosa seria. Dura como una roca que no puede ser destruida. Y sentí en la exhalación del néctar más íntimo de su cuerpo el olor oscuro y amargo de su tierra, las montañas de Nookat.
(Mountain
Girl —Tooluk Kiz—, de Janysh Osmonovich Kulmambetov)
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