Podría ser grosero de su parte, porque podrías tomarlo como un desafío, una impertinencia.
Además, no está bien la expresividad innecesaria —y en los
ojos, una persona quizás no puede dejar escapar la expresión de un sentimiento
o un parecer.
Por otra parte, un chino no necesita mirarte para sacarte la
ficha: lo hizo de lejos, sin que te dieras cuenta.
En esto, actúan igual que los gatos, que simulan incluso la
indiferencia que sienten.
Los chinos, en fin, son humanos sagaces.
Claro que no hay “el chino”, “la China”; sólo existe la
construcción que alguien se hace.
Pero tampoco hay un “alguien”, individual o colectivo.
Una mirada es algo que se construye todo el tiempo, como con
el fluir del agua un río es un río nuevo cada instante.
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