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lunes, 3 de julio de 2023

Soluciones

Pierde la canilla del baño.

Llamás al plomero, la arregla.

Problema y solución.

Solución automática.


Y entonces nos creemos que todos los problemas tienen una solución.

Quizás estemos en un error.


Te dio parálisis facial.

Vas a hacer lo que el médico te indica, pero para toda la vida te va a quedar una marca en la boca —la boca pierde simetría— y te va a quedar un ojo más chico que el otro.

Pero ¿eso era un problema?

¿Por qué?

Quizás lo construiste como problema porque así lo podías solucionar.


Se te ha muerto el perro, se te ha muerto tu hermano. No es un problema, es una fatalidad. Ni se te ocurre pensar en una solución.

Entonces no corramos a tapar cualquier situación creándola como un problema para darle automáticamente una solución.

A lo mejor la tiene, y entonces, ¡bingo!

Pero si no hay solución y le echamos encima lo que creemos que es una solución, sólo empeoramos las cosas.

Si alguien necesita decirte que está preocupado, podés recibir su preocupación, podés acompañarlo y podés decirle algo si te lo pide; podés hacer algo para aliviar un poco su angustia. Pero es probable que no tengas la solución.

Si hay solución, saldrá si lo acompañás, no necesariamente porque seas el plomero.

Tirarle desde arriba una solución y salir corriendo es sólo sacarte de encima la angustia de la otra persona —esa actitud, a propósito, te surge porque querés a esa persona, o sea, porque sos una persona amorosa.

Bien, sé amorosa, pero no seas simple.




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