Mi tío y su familia vivían en un barrio semirrural de San Nicolás.
Había pocas casas.
En el 2001 la gente en esas casas sólo comía fideos.
En 2010 en los terrenos baldíos que rodeaban la casa de mi tío ya se habían construido muchísimas casas.
Y en las casas las familias tenían ingresos.
Habían pasado 6 años del gobierno de Kirchner.
En 6 años hubo una reconstrucción enorme, con un Gobierno que hizo ganar mucho dinero a las empresas, e hizo cumplir la ley que establecía que una parte mínima de esas ganancias se distribuyera en toda la sociedad, a través de escuelas, trabajo, comida, obra pública.
Me parece que poco después muchos empezamos a acomodarnos en un “estamos bien”.
Especialmente los que tenían poder.
Y era mentira que “estábamos bien”. La gente empezaba a estar bien, pero faltaba mucho.
Y subestimamos a la oligarquía que había saqueado el país en los 90.
El estado de derecho que mantenía a los militares fuera del poder, se nos hizo tan natural que ya no supimos que existía.
Ahora podemos aprender que lo que se conquista debe ser consolidado y mantenido con una lucha permanente, porque las hienas están todo el tiempo al acecho.
Es muy lúcido que veas que nos arrebataron y nos atacan con pilares del sentido común: libertad, Estado, y también casta, y si querés el “prohibido prohibir” del mayor francés. Menem ya lo había hecho con “peronismo” y hasta con “revolución”.
Podemos producir mínimos actos. Juntarnos y hablar más allá de la indignación y los lugares comunes. Hablar para pensar.
Eso, para empezar.
No sabemos qué resultado dará.
Hace cuatro días los que salieron a la calle desafiando un protocolo totalitario eran profesores de yoga, guías del Centro Cultural Kirchner, diseñadores gráficos, actores y oficinistas, poetas y periodistas, la clase media más inofensiva.
En medio de la dictadura, las que clavaron un cuchillo en el piso fueron señoras amas de casa —ni siquiera sus maridos.
No se puede saber por dónde se arma.
Quizás por la cúpula peronista, pero ninguna cúpula va a poder construir sobre la nada.
Lo que se construya, debe hacerse sobre un millón de actos —un millón de protestas en las plazas, un millón de elecciones en Boca, un millón de charlas.
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