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lunes, 16 de septiembre de 2024

Los bancos de Tony


Hay un banquito que encontré en mi barrio. 

El producto de una solidaridad inaudita. 

El tal Tony lo fabricó en su herrería, lo pintó, le puso cerámicas, y luego lo colocó entre estos postes en una vereda. “Para el descanso del caminante”, quizás pensó el alma del tal Tony.




A la vuelta hizo este otro banco.

Y unos metros más adelante un banco más, alrededor del tronco de un ficus. Tan dedicado como los demás. Incluso parece haberle hecho una base de ladrillos como un cantero, y pintó los ladrillos de rojo y de lila.



Pero me temo que nunca sabremos con exactitud sobre este tema lo suficiente, ni sobre Tony. Una amiga me pidió que lo investigara para escribir la historia, y un persistente silencio entre los vecinos y entre las personas de la iglesia y escuela en cuya vereda están las obras, me dejó un poco perplejo. Insistí, y terminé dando con un vecino que me dijo que sí, que Tony alquiló un garaje que él tenía, Y qué había dejado de alquilarlo y se había ido porque le iba muy mal económicamente. Este vecino era un muchacho joven, que me habló con la puerta apenas entornada. Yo sólo podía ver un ojo suyo. La información que me dio fue ciertamente contra su voluntad y no exenta de cierto misterio.

Hoy, casualmente, di con otra obra. Me puse a leer en la pared los nombres que los chicos de la escuela escribieron con los líquidos para tapar errores, y cuando fui a fotografiarlos, encontré esta mariposa. La mariposa de Tony.





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