Hay un banquito que encontré en mi barrio.
El producto de una solidaridad inaudita.
El tal Tony lo fabricó en su herrería, lo pintó, le puso cerámicas, y luego lo colocó entre estos postes en una vereda. “Para el descanso del caminante”, quizás pensó el alma del tal Tony.
A la vuelta hizo este otro banco.
Y unos metros más adelante un banco más, alrededor del tronco de un ficus. Tan dedicado como los demás. Incluso parece haberle hecho una base de ladrillos como un cantero, y pintó los ladrillos de rojo y de lila.
Hoy, casualmente, di con otra obra. Me puse a leer en la pared los nombres que los chicos de la escuela escribieron con los líquidos para tapar errores, y cuando fui a fotografiarlos, encontré esta mariposa. La mariposa de Tony.
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