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jueves, 24 de marzo de 2011

24 de marzo de 2011


Para qué carajo servirá un blog sino para que uno exprese su pensamiento: que los manantiales siniestros que fundamentaron la dictadura siguen manando.

NOSOTROS

No hace tres años que “el campo” arremetía con un golpe; ¿qué se hizo de esa gente? ¿Qué se hizo de la multitud en el Monumento a los Españoles? ¿Qué se hizo de los que hicieron piquetes en todas las rutas del país? ¿Qué se hizo de los que cacerolearon en las esquinas de Buenos Aires? ¿Y los diputados que dieron el viandazo en el Congreso? ¿Se disolvieron? ¿Y qué había hecho durante la dictadura militar el bichito que se encendió en ese momento, año 2008?

No es tanto que algunas personas están a favor de lo que significa la dictadura del 76 y otras no. Posiblemente 98 de cada 100 personas dirían que la dictadura estuvo mal.

El asunto es el germen que se enciende. Los valores que conforman la causa y el sustento de la dictadura y que todos tenemos, en una u otra medida: violencia, individualismo, autoritarismo, egoísmo, miedo, codicia. Valores netamente burgueses.

El germen de la dictadura viene desde antes de la Argentina.

Dice:

Me importan yo y mi familia.

Quiero tener todo. Como dice McDonald’s, me encanta tener.

Quiero tener más.

Me encanta viajar, ser culto, ser fino. Puerto Madero, Punta del Este, Pinamar. Acapulco, Europa, Miami.

Me encanta pertenecer al club exclusivo. El Jockey Club, el área VIP, vivir en Highland, tener un apellido que se reconoce.

Me encanta viajar a lugares más exclusivos, ser más culto, más fino y pertenecer clubes más exclusivos que los grasas que se las quieren dar de.

Todo lo que El Turco nos mostraba que era posible que tuviéramos.

Quiero tener lo mío y que nadie me lo toque ni me lo mire. Al que me roba quiero que lo maten. No me importa por qué roba, ni su edad, ni qué hará con lo que roba. Que maten a todos los que amenazan mi seguridad.

No me hablen de problemas sociales. Para encargarse de eso está el Gobierno, y para encargarse el Gobierno me cobra los impuestos. Que el Gobierno solucione los problemas sociales: que elimine la inseguridad. Como sea.

Ni quiero oír la palabra sindicato. Los que somos patrones (en los hechos lo mismo que en la aspiración) sabemos que para lo único que existen los sindicatos es para crearnos problemas e impedirnos ganar lo que queremos. ¿Derechos de los trabajadores? Cada uno que cuide lo suyo. ¿Los trabajadores son pobres? Yo era pobre y ahora soy (en los hechos lo mismo que en la aspiración) patrón.

Los políticos son corruptos. Los sindicalistas, además de corruptos son unos negros ordinarios. Los negros, los villeros, los extranjeros son ladrones, secuestradores, asesinos. Nosotros somos los argentinos, y estamos rodeados por toda esa lacra de gente.


Difícilmente carezcamos de algunos de estos sentimientos. Y son los que sostienen el poder de Monsanto, Dupont, Syngenta, Bayer, Nidera, Cargill, Bunge, Dreyfus, Dow y Basf, por sólo citar empresas de “el campo”. El Gobierno negocia con ellas porque son parte de la economía, lo mismo que negocia con petroleras, mineras, el sector industrial, el financiero, etc.



DE AQUÍ EN MÁS

Hoy Tiempo Argentino publica una nota con el título “La complicidad civil en los delitos de lesa humanidad es la deuda que falta saldar”.

Se viene hablando de la dictadura cívico-militar. De abrir causas judiciales a los jueces que fueron la mano del gobierno de la dictadura.

Yo exijo a mis padres, mis profesores, mis tíos, los periodistas que hablaban en la radio y la televisión y que escribían en el diario entre 1976, cuando yo tenía 14 años, y 1982, los adultos del club al que asistía, los adultos que hablaban en el almacén, la ferretería y la tienda, que expresen su arrepentimiento y nos pidan disculpas a los chicos que los escuchábamos defender y afirmar la dictadura militar. De otro modo, son tan condenables como los asesinos que la ejercieron.

A las generaciones que venimos después nos toca ver, entender y romper el hielo del pánico que impuso la dictadura y afirmaron los gobiernos democráticos hasta el actual.

Hace tres años propuse en una dependencia del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires  que se entregara a cada oficina una hoja con el texto de la Ley —sancionada por la Legislatura porteña— que sanciona el 24 de marzo como Día de la Memoria. Era un afiche casi pacato y aún así las autoridades del área no quisieron que fuera distribuido. “¿Para qué?”, me dijeron. “Es al pedo. ¿Para qué te vas a buscar problemas?”

Hace dos años se repitió la misma situación en una empresa privada. Me dijeron que había que ser prudente con el Directorio. Que el tema no tenía nada que ver con la empresa.

El abogado Pablo Llonto, quien lleva con temple asombroso muchos juicios por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura me dijo que el porcentaje de casos de desapariciones que tienen proceso judicial es mínimo. Es una realidad espeluznante. Me explicó que para abrir una causa hace falta un trabajo previo importante, y que los abogados de los organismos de derechos humanos no dan abasto para trabajar en más casos.

Hay muchísimo por hacer.

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