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viernes, 6 de mayo de 2011

En el final de Viaje a Ixtlán

Hace unos días me dijeron que Castaneda es el mejor escritor latinoamericano del siglo XX. Me lo fundamentaron de modo que pude protestar, pero no rebatir. Castaneda cierra Un viaje a Ixtlán con un cuento formidable, y cierra el cuento con un fragmento de un poema de Juan Ramón Jiménez:


...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
  Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; 
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
  Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico...


Poco después está el final del libro:


Señaló un valle oscuro en la distancia.
- Si todavía no sientes que sea tu hora, no vayas a la cita -prosiguió-. Nada se gana forzando las cosas. Si quieres sobrevivir, debes ser claro como el cristal y estar mortalmente seguro de ti mismo.
Don Juan se alejó sin mirarme, pero don Genaro se volvió un par de veces y, con un guiño y un movimiento de cabeza, me instó a avanzar. Los miré hasta que desaparecieron en la distancia y luego fui a mi coche y me marché. Sabía que aún no había llegado mi hora.





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