Por dibujar bien, cuando yo tenía 17 años gané una beca para
estudiar en la Universidad de Kean. También, por jugar al fútbol mejor que mis
compañeros pataduras, gané una beca para la Universidad de Arkansas.
Cuando finalmente estudié en Argentina, gané becas que me
pagaron los estudios universitarios.
Quizás rifé la promesa que yo era, no la capitalicé. Quizás
no era lo que prometía. O quizás me afinqué tercamente en la posición promesa.
Lo cierto es que, primero, nunca concreté, y segundo, con
medio siglo de vida, sigo esperando que alguien descubra el talento inapelable
que soy.
Quizás es tiempo no de cerrar esa puerta, pero de abrir
otras.