Camino a quedarse completamente sordo, Luis Buñuel explicó
aquello de que los ciegos mueven a la compasión y en cambio los sordos irritan.
Los ciegos son el pobre
cieguito, los sordos son el sordo de
mierda.
El ciego mueve a la compasión y provoca la caridad y
solidaridad. A un ciego parado en una esquina concurrirá apresuradamente
cualquier humano para ofrecerlo a cruzar la calle.
El sordo, en cambio, es sospechado de no escuchar porque no
quiere. El dicho no hay peor sordo que el
que no quiere oír, no es precisamente a favor del sordo. Implica, en Principio,
que hay sordos malos y sordos peores.
Tiene que pasar algo escandaloso para que uno sospeche que
el ciego no ve porque no quiere ver.
Es más, no hay medio ciegos. Aunque haya personas que anden
con bastones verdes para señalar que son disminuidos
visuales, el sentido común dicta que el ciego no ve nada, sólo ve negro.
El sordo, por su parte, tiene que andar siempre nadando en
las aguas de la indefinición: nunca sabe si no escucha porque está medio sordo
o porque le hablan bajito.
Unos anteojos negros y un bastón avisan a todo el mundo que
se está ante un ciego, y por tanto, son despertadores de la conmiseración, la
piedad y la buena educación.
En cambio, ¿qué signo convoca el altruismo para tratar con
dignidad y consideración a un disminuido
auditivo?
Buñuel sonríe por las dudas: han dicho algo pero no distinguió qué le dijeron. |