En una encuesta que hice sobre la enseñanza del idioma chino
en Argentina, alguien mencionó las dificultades que importa para qué quiere
aprenderlo cada alumno. O sea, ¿se puede enseñar de la misma forma a quien
quiere saber algo de la lengua, a quien necesita saber “las 10 frases
indispensables para moverse en Beijing”, o quien anhela leer el Tao Te Ching en
chino? O más aún, ¿son esos tres chinos el mismo idioma?
Robi Villarruel, director del Centro Universitario de
Idiomas, fue rotundo: “enseñamos pragmáticamente. El alumno tiene que poder
encontrarse con un chino y comunicarse; bien, poco —pero comunicarse”.
Mariana Padilla, por su parte, me dice que le interesa la
lengua en sí. No quiere pronunciarla ni entender a alguien que le hable en
chino.
Miguel Ángel Petrecca lo aprende, incluso viajando a China,
para traducir a poetas que intuye admirar.
Yo estoy cerca de Mariana: me gusta contemplar los
vericuetos, la ocurrencia, la poesía y la riqueza del idioma chino. Quizás
pueda comunicarme alguna vez, pero sólo será como un efecto lateral que he
renunciado a buscar.
La clasificación que planteo es espontánea y sólo me aparece
para desarrollar este argumento, aunque alguien debería hacerla bien en algún
momento, ya que el aprendizaje del chino está teniendo una demanda masiva.
A pesar de su tosquedad, sin
embargo, la clasificación permite ubicar los diferentes esquemas de aprendizaje
en una línea de progresión de la influencia que tiene el aprendizaje del chino
sobre el alumno.
La incorporación acrítica del
rasgo mujer puede ser inmediata y
permitirá la comunicación rápida. En cambio, detenerse en que las palabras bien, negación, esclavo, deseo, apellido,
cobarde, tranquilo, fiesta y perspicaz
están formadas con el rasgo mujer puede
llevar a un tiempo indefinido de estudio, hermenéutica y reflexión.
En el primer extremo, la
modificación que sufrirá la estructura lingüística, cosmovisionaria, mental,
será mínima. El alumno podrá inclusive hablar un chino indio, traduciendo literalmente el español al chino.
En el otro, la digestión del
nuevo elemento provocará que toda su estructura se vea modificada acaso
irremisiblemente.