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martes, 20 de noviembre de 2012

Programas y planes



Quizás con la excepción de los psicóticos y otros desgraciados, todos tenemos un programa de existencia humana.
Por otro lado, algunos tenemos un plan.

El programa deja pocas decisiones en el vacío. ¿Fumamos por primera vez a los 11 años en el campamento o decimos que no? El programa prevé criterios para decidir.
¿Ignoramos la Iglesia?
Nos hacemos de un capital, ¿lo invertimos, lo perdemos, lo ahorramos?
Acusan a nuestro amigo, ¿decimos la verdad o lo defendemos?
¿Nos mudamos?
¿Tocamos el piano?
¿Buscamos tener un hijo?
¿Buscamos la candidatura?
¿Pedimos patear el penal?
Nuestro programa prevé criterios para cada una de estas decisiones, inclusive la pasividad de no decidir.
También nos dota de personajes: cómo seremos como compañeros, jefes, esposos, súbditos, famosos.
Nos provee mapas: lugares por donde andaremos, lugares nuestros, lugares a conquistar, lugares prohibidos.

Los planes, en cambio, son elaborados por cada persona. Si el programa indica tales decisiones, el plan toma las propias.
Diseñando un plan decidimos quién seremos.
Y cuáles serán nuestros espacios y cómo los usaremos.
En total, el plan contradice al programa (si no, no haría falta que exista).

Hacerse un plan y cumplirlo es cosa de gente de pelo en pecho.
Se hace en contra de los intereses del programa.
A veces quedándose solo.
En general perdiendo herencias.
Siempre pagando precios.