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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Bussi y el baile del caño



Hace unos meses asesinaron a mi cuñado en Tucumán. Pese a las advertencias del fiscal de que habrían mediado torturas y la rotunda y fundamentada afirmación de la prensa de que fue un crimen, el Poder Judicial rápidamente caratuló el caso como suicidio y lo cerró.
Las organizaciones de derechos humanos con la que los parientes de mi cuñado se contactaron explicaron que no tienen fuerza para llevar el caso adelante.
No sorprende, en una provincia cuya población votó todo lo que pudo al militar Bussi, luego de que la hubiera gobernado de facto y cuyos crímenes durante la Dictadura fueron bestiales y masivos. Mandaba torturar y a veces se zampaba el placer de rematar a un secuestrado con su pistola.
Si se le ha concedido impunidad absoluta, más aún, el poder de la gobernación y del legislador a ese asesino, ¿cómo sorprenderse de que en esa provincia tengan impunidad las bandas que hacen negocio con la prostitución?
Y ¿cómo sorprenderse de que exista esa provincia en un país en el que cientos de hienas inmundas que se dedicaron a torturar indefensos hasta matarlos siguen libres?
Luego, esos desperdicios humanos se ríen y se babean cada noche mirando en la televisión, la exhibición de mercadería humana: chicas semidesnudas bailando con un caño y otros números prostibularios.
¿Cómo sorprenderse de que los prostíbulos tengan clientes, si esos programas que incitan al consumo de carne de mujer tienen una aprobación altísima de los televidentes, tanta como la tuvo Bussi gobernador, Bussi diputado y antes aún, Bussi militar asesino?