Hay quien no vive si no convierte lo que tiene para hacer en
una batalla. Es el guerrero loco, siempre pendenciero, siempre con hipótesis de
conflicto, con los días llenos de acción, intensidad y sentido.
Hay quien no escribe sino con la sangre, el suero y el pus
de las heridas. Es el escritor desesperado, el que necesita ir al extremo del
mundo y allí arrojarse al vacío, porque sus ansias de verdad lo queman y no la
encuentra en ningún lugar. Su vida es una frustración perpetua y deja rastro en
los demás sin que él se aperciba.